miércoles, 25 de agosto de 2010

30 capítulo Corán


El capítulo 30 nos habla sobre la "Voluntad de Dios". Por desgracia, la mayoría de musulmanes interpretan esto como que Dios, de forma azarosa, es quien elige la suerte que correrá cada pueblo. Obviamente, este planteamiento "fatalista" es totalmente erróneo y absurdo, pues choca de frente con el resto de enseñanzas que nos ofrece el Libro.

Gracias al Corán sabemos con certeza que el "Bien y el mal" forman parte de la creación y que todo "ente" surge del "Bien" para luego desarrollarse según su entorno y capacidad (cuando se trata del ser humano, también "su esfuerzo") Según el Libro, la creación entera sigue el mismo patrón: célula, planta, animal, hombre, especies, mundos, galaxias, universos y leyes físicas de la naturaleza.

Conociendo esto y teniendo en cuenta otros muchos versículos que nos detallan la forma en que Dios actúa, debemos entender la "Voluntad de Dios" como La Norma con la que establece la Justa Retribución a los distintos pueblos según se acerquen o alejen del ideal coránico. Interpretar este concepto de otro modo sería negar otras partes del Corán y afirmar que Dios decreta "a capricho" el destino de las gentes. Y esto, para el que cree en el Corán y la Justicia Divina, es claramente una aberración.
El siguiente versículo nos ayudará a entender esto:

"Él presta ayuda de acuerdo a SU VOLUNTAD (norma establecida por Él mismo), ya que Él es Todopoderoso, Misericordioso. Esta es la promesa de Dios. Y Dios jamás deja de cumplir Su promesa. Sin embargo, la mayoría de personas no conocen este hecho"

(¿Acaso Dios está "prometiendo" que Su ayuda a la humanidad dependerá siempre de "una voluntad caprichosa e incomprensible para el ser humano"? Sería absurdo)

Sin duda, este tipo de interpretación tiene su origen en la retorcida "tradición islámica". En realidad, el versículo nos está informando que Dios promete su ayuda a las naciones que cumplan con los preceptos coránicos.
Ciertamente, Dios ha supeditado la supervivencia y el éxito de una nación al cumplimiento de Sus Preceptos (o Verdad de los mensajeros):

"¿Es que no han viajado por la tierra y no han visto cómo acabaron esos que vivieron antes? Fueron más poderosos, dejaron una huella más fuerte y construyeron mejor que vosotros sobre la tierra. A ellos también les llegaron sus mensajeros con todas las pruebas de la Verdad. Y no fue Dios injusto con ellos, sino que ellos fueron injustos consigo mismos"

(Aún así, el mundo islámico cree que su situación actual es el resultado de la "voluntad divina"; cuando, en realidad, se debe a su propia ignorancia y falta de interés por la Verdad. Para colmo -y sin darse cuenta- están llamando "injusto" a Dios)

Es muy triste. Pero lo más lamentable es que siguen haciendo caso a las "tradiciones inventadas" tan queridas por los "sabios". Así es como desmienten y hacen una mofa de lo que representa la revelación de Dios.
La miserable condición de la nación islámica es fruto de nuestra dejadez e inconsciencia, no de la intervención divina:

"Y un final miserable aguarda a quienes hacen el mal, desmienten los mensajes de Dios y se burlan de ellos"

Así es como los musulmanes han dejado el Libro para seguir sus propios deseos. Y depende de éstos, eligen a uno u otro "ídolo" (imam, ayatolah, sheij, etc) haciendo caso omiso a la advertencia de que Dios no ha dado ninguna autoridad a los ídolos para que guíen a las gentes por un camino distinto al trazado por los preceptos coránicos:

"Sin embargo, los idólatras no hacen más que seguir sus propios deseos, sin conocimiento. Dios ha establecido que Sus preceptos sean la orientación: quien los rechace no encontrará guía, ni podrá ser auxiliado. Por lo tanto, haz que tu objetivo sea vivir apartado de toda idolatría. Dios ha infundido el orden divino en toda la creación, incluido el ser humano: Sus preceptos son inmutables, y por tanto, dignos de confianza. Pero la mayoría de personas no saben esto. Volveos, pues, sólo a Él y tened en cuenta Sus preceptos. Estableced el sistema divino y no seáis de los que atribuyen autoridad divina a otros que no son Él. Atribuir autoridades divinas junto con Dios provoca la división de vuestra religión, haciendo que cada grupo se deleite con sus doctrinas propias. Y no hemos revelado ninguna escritura o autoridad que les llame a la idolatría"

La salvación del musulmán (y la de todo ser humano) depende de su capacidad para deshacerse de la idolatría que representan las sectas (deseo encubierto=ego=demonio) y de su esfuerzo por implantar y establecer los preceptos que llaman al Bien Supremo (Dios).
En lugar de perder el tiempo con súplicas y rituales de origen zoroastra, deberíamos REFLEXIONAR sobre nuestra situación actual para después ACTUAR en consecuencia:

"La desenfrenada corrupción y el desorden han aparecido en la tierra y en el mar a consecuencia de lo que la gente hace. Y Él les permitirá saborear algunas de sus obras, con el fin de que puedan regresar al camino correcto"

Esto significa que el Libro -y Dios- está esperando a que los musulmanes dejen a sus "ídolos" y vuelvan a retomar el camino correcto.
Y que conste que lo aquí expuesto no es mi opinión personal. Todos los conceptos e ideas están extraídas del texto coránico sin la influencia de la "tradición inventada por los ídolos". Y quienes son incapaces de entender los versículos coránicos "sin aditivos ni colorantes" es porque no quiere aprender ni razonar. Pero a mi, lo que éstos opinen me tiene sin cuidado:

"Y, en verdad, hemos planteado toda clase de ejemplos en este Corán. Sin embargo, si vas con un versículo a quienes se empeñan en negar la verdad, dirán: "¡No sois más que unos mentirosos! Así sella Dios los corazones de los que no quieren aprender. Así pues, permanece firme y recuerda que la promesa de Dios es verdadera. Y no te dejes inquietar por quienes carecen de intelecto y raciocinio"

Umar Brito Muñiz

"Hoy el sionismo es anacrónico"


Tras crecer en movimientos juveniles de la derecha en su Argentina natal, dice que hoy se identifica “con los movimientos más radicales de la izquierda en Israel”. Desde el centro de Jerusalén, afirma: "No soy sionista". Meir Margalit es admirado por los cooperantes y activistas propalestinos, especialmente los españoles. Le consideran un referente. Al mismo tiempo, es visto con mucho recelo e incluso animadversión en su lugar de trabajo, el Ayuntamiento de Jerusalén. Algunos le consideran un traidor y cómplice de los que ponen en duda o niegan a Israel el derecho de existencia. “Un concejal del Likud me llamó moser, que en la halajá es alguien sentenciado porque el grado de traición es muy elevado”, nos comenta en su despacho donde representa al partido israelí Meretz.

“Hay gente que pidió al alcalde que me echara del consejo municipal con el argumento que yo juré fidelidad a la ley del Estado de Israel y estoy haciendo acciones que atentan contra esta ley”, indica en alusión a su otro sombrero: Destacado miembro y fundador en el 97 del Comité Israelí contra la Demolición de Casas.

El alcalde, Nir Barkat, afirmó a este periodista que las casas construidas ilegalmente deben ser destruidas “sean de judíos o árabes” mientras en su entorno se critica a Margalit que reconstruye dichas casas en Jerusalén Este con la ayuda económica del Gobierno español. Margalit sostiene que “según la ley israelí, la construcción de esas casas en Jerusalén Este fue hecha de forma ilegal pero según el derecho internacional, la ocupación es ilegal. Cuando tú no le das a la gente la posibilidad de construir y de dar un techo a sus familias, lo más natural es construir aunque no tengas licencia. Yo haría lo mismo. La ley de Israel es muy importante pero la ley de la vida tiene más peso”.

Usted representa a Meretz que es un partido de izquierdas y sionista. Así se identifican los que le votaron en Jerusalén ¿Sabían que usted no es sionista?, le preguntamos. "Sí, nunca he ocultado mi ideología. No soy sionista y reconozco que soy un pollo raro en Meretz. Hay lugar para personas como yo y hasta ahora no me han echado. Poco a poco fui radicalizando mis ideas. Ahora me identifico con movimientos más radicales que por ejemplo el grupo Paz Ahora que es la izquierda sionista y moderada".

Usted llegó a Israel de Argentina en el 72 ¿Cuándo y dónde perdió su sionismo? “La guerra del Yom Kipur en la que participé me provocó un trauma muy fuerte. No es que me convertí en antisionista pero creo que ser sionista en estos tiempos es algo anacrónico. Es como si le preguntas a un francés si está a favor de Napoleón Bonaparte. El sionismo es un movimiento que cumplió su función histórica pero tenía que haber cerrado sus puertas y apagar la luz. El hecho que en Israel lo siga manteniendo no significa que el sionismo tenga derecho a seguir existiendo”, contesta.

Sus palabras y acciones son aplaudidas por la izquierda europea y criticadas por amplios sectores en Israel. Para la izquierda sionista, “su postura es demasiado radical” mientras la derecha le acusa de “ayudar a la campaña internacional de deslegitimación de Israel”. Margalit se rebela: “En primer lugar, no me importa lo que opinen. En segundo lugar, yo soy más patriota que ellos. Lo que hago beneficia más a Israel que sus políticas. Busco salvar a Israel de un proceso de autodestrucción que supone la ocupación de territorios palestinos. Hay que devolverle la conciencia que tenía en su momento”.

Perdone- le decimos-sus actividades tienen eco principalmente en el extranjero como forma de presión pero estará de acuerdo conmigo que hay pocos países tan controlados y presionados por la opinión pública mundial como Israel. “Mi política en este caso es más de lo mismo. Seguir presionando para denunciar la política que viola el derecho internacional", responde.

Su solución del conflicto pasa “a corto plazo por dos Estados pero no porque me guste la idea sino porque es lo que los palestinos desean ahora y yo respeto la posición palestina. Mi utopía es una Federación que puede ser binacional, cuatrinacional. En primera instancia, israelíes, palestinos y jordanos”. Ironiza sobre las encuestas que indican que la mayoría de israelíes apoyan la creación de un Estado palestino: “Netanyahu también está favor de los Estados...el problema es que hace mucho tiempo que los israelíes desean la paz pero no están dispuestos a pagar el precio. Cuando me dicen que no hay socio para la paz trato de convencerles que no es cierto y que los palestinos dicen exactamente lo mismo de nosotros”.

Pese a su discurso, Margalit no es un entusiasta de los boicots que organizan movimientos propalestinos. “En términos generales apoyo el boicot a Israel pero prefiero que sea selectivo. Es decir yo no quiero boicotear a las universidades o artistas israelíes sino sólo aquellos que se lo merecen”, confiesa antes de despedirse y volver a un camino que tiene más adeptos fuera que dentro de Israel.

El líder palestino y el israelí aceptan el reto compartiendo desconfianza y pesimismo


Como ha dicho el enviado especial de Estados Unidos en Oriente Próximo, George Mitchell, "todo sobre la mesa·. Ningún tema en discordia quedará al margen del diálogo directo que se reanudará el 2 de septiembre en Washington bajo la batuta del presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Como el resto de citas del largo y rocoso proceso de paz iniciado en Oslo hace 17 años, las partes acudirán envueltos en un enorme pesimismo.

Tanto el presidente palestino, Abu Mazen, como el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, aceptan la invitación oficial de la Casa Blanca convenciendo a los suyos que no han cedido. Netanyahu destaca que la secretaria de Estado, Hillary Clinton, ha declarado hoy que serán negociaciones sin condiciones previas y Abu Mazen se agarra al plazo dado de un año para llegar a un acuerdo y la creación de un Estado palestino.

Tras "aplaudir y dar la bienvenida" a la invitación de Clinton, la Oficina del primer ministro israelí ha afirmado esta tarde que "Netanyahu ha mostrado su satisfacción ante la clarificación de Estados Unidos que las conversaciones se celebrarán sin condiciones previas". Asimismo, afirma que "Israel desea negociaciones serias y amplias". En el comunicado, añade: "Un acuerdo de paz es un reto difícil pero posible. Afrontamos las conversaciones con la voluntad verdadera de llegar a un acuerdo de paz entre los dos pueblos garantizando los intereses nacionales de Israel, encabezados por la seguridad".

La OLP, tras la reunión extraordinaria en Ramala de su Comité Ejecutivo, decidió aceptar la participación en las negociaciones. Aunque hay voces contrarias que alertan sobre el "seguro fracaso" y "la pérdida de tiempo" de negociar con Netanyahu, Abu Mazen hará las maletas a Washington. Una negativa a la invitación de Clinton hubiera sido algo impensable ya que se trataria de una bofetada a Estados Unidos. Algo que, como Netanyahu ha vivido en sus propias carnes, no es recomendable.

Una larga relación de desconfianza

No hay que engañarse. Todo indica que el pesimismo está justificado. La desconfianza mutua es tan grande que incluso las dos partes han luchado por cada coma y palabra de la carta de invitación de Obama y del anuncio del Cuarteto Internacional. Netanyahu deseaba un llamamiento corto, ambiguo y sin referencias a los temas cadentes (Jerusalén, refugiados, fronteras, etc.). Abu Mazen aspiraba a un documento detallado con fecha limite (12 meses) y marco final (fronteras del 67 con Jerusalén Este como capital de Palestina). Por eso, Israel prefiere leer la invitación de Obama y los palestinos se centrarán más en el comunicado del Cuarteto.

Desde que accedió al cargo hace un año y medio, Netanyahu busca casi desesperadamente la foto del apretón de manos con Abu Mazen bajo la mirada complaciente de Obama. Incluso sus seguidores más acérrimos opinan hoy que resultaba un poco "ridículo" su ruego continuo a Abu Mazen para que aceptara negociar cara a cara. "Netanyahu está dispuesto a sorprender y llegar a un acuerdo de paz siempre y cuando se garantice la seguridad de Israel", prometen en el Gobierno donde la mayoría, sin embargo, es muy escéptica respecto a los resultados del diálogo con Ramala y más teniendo en cuenta la división interna palestina.

Abu Mazen, por su parte, huye de esa imagen con Bibi como si éste fuera fuego ya que sabe que el grupo rival, el islamista Hamas la usará como arma para demostrar aquello de que "es cómplice de la entidad sionista". Además, Abu Mazen desconfia de Netanyahu y cree que todo es una trampa para que reducir la presión internacional sobre el Gobierno israelí.

El equipo negociador palestino ha advertido que si Netanyahu no prorroga la moratoria en la construcción en las colonias en Cisjordania (que ya de por sí considera "parcial") se romperá el proceso. De ahí que la fecha clave no sea el 2 de septiembre en la Casa Blanca sino el 26 de septiembre en las colinas de Cisjordania. "Netanyahu debe elegir entre construir en los asentamientos en tierras palestinas o un proceso de paz justo. Ambas cosas juntas es imposible y la comunidad internacional piensa lo mismo", dijo recientemente Ahmed Ahmad, allegado a Abu Mazen.

Netanyahu tiene un dilema porque prometió a los suyos que a partir del 26 "volveremos a construir y de forma más intensa en Judea y Samaria". Si las negociaciones directas no se rompen antes, Netanyahu seguramente construirá sólo en los lugares que seguirían siendo parte de Israel en un futuro acuerdo. Si decide paralizarlo todo, su coalición se rebelará. Si decide construir en todos sitios, Obama se cabreará y Abu Mazen se levantará de la mesa.

domingo, 22 de agosto de 2010

Israel, incapaz de encarar su pasado


Israel es incapaz de encarar su pasado. El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ha decidido esta semana ampliar de 50 a 70 años el tiempo en el que los archivos del Estado permanecerán clasificados. Israel es consciente de que tiene mucho que ocultar.
Haaretz informó esta semana (solamente en su edición en hebreo) que los primeros documentos en hacerse públicos no verán la luz hasta el año 2018 (1948+70). Muchos de los documentos que se custodian en el archivo son relevantes para la historia de los primeros veinte años de existencia del Estado judío, pues versan sobre la expulsión masiva del pueblo palestino, las masacres de Deir Yassin o Tantura, el conflicto de Suez de 1956, el proyecto nuclear israelí, etc. La revelación de estos documentos arrojaría luz sobre algunos hechos que podrían "derrumbar mitos y poner en situación embarazosa a numerosas entidades e individuos", afirmó el periódico israelí. Supongo que el presidente Shimon Peres es uno de esos "numerosos individuos”.

En mi último trabajo reflexioné sobre el hecho de que la historia es algo extraño a la religión, ideología y política judías. La historia judía e israelí se establecen como cuentos fantásticos. Hechos y documentos históricos son o bien arrumbados, o ocultados bajo la alfombra, o eliminados, o simplemente destruidos. Como todos sabemos, la búsqueda de la verdad está tipificada por israelíes y sionistas como antisemitismo o incluso como negación del Holocausto.

Al parecer, 50 años no han sido suficientes para que Israel metabolice su pecado original. La razón es simple: los crímenes que se entrelazan con la fundación del Estado judío nunca han sido resueltos. Millones de refugiados palestinos siguen esperando regresar a su tierra. Israel sigue funcionando en base a leyes racistas y supremacistas. El Estado judío nunca ha madurado hasta superar su mortífera filosofía de perpetua intimidación física. En consecuencia, el ejército israelí, el Mossad y los servicios de seguridad han presionado al Gobierno para que prolongue el período de clasificación de esos documentos que ya tienen 50 años. Y, oh sorpresa, Netanyahu les ha concedido la extensión solicitada.

Haaretz señaló que es un poco peculiar que Netanyahu, el hijo de Benzion Netanyahu, un historiador sionista, haya prestado su apoyo a un burdo intento de ocultar la investigación histórica y [obstaculizar] la búsqueda de la verdad. Yo me leí los trabajos de Benzion Netanyahu y realmente aprendí mucho de él. Benzion no era exactamente un historiador ordinario, era un historiador sionista (por contraposición a un historiador del sionismo). Su tarea consistió en brindar a la aspiración nacional judía un significado académico pseudo contextual. La decisión del primer ministro Netanyahu de ocultar los hechos por otros 20 años está en realidad en consonancia con la filosofía de su padre.

Si se revelara la verdad sobre los primeros días del Estado de Israel quedaría de manifiesto que el Estado judío fue una empresa asesina desde sus mismos inicios. Por mucho que los líderes sionistas e israelíes se comprometieran públicamente a conseguir que los judíos se convirtieran en personas "como el resto del mundo", a puerta cerrada ordenaban a su ejército y a sus servicios secretos que mataran como lo hacían sus imaginarios antepasados bíblicos.

Yo diría que desde una perspectiva histórica Israel puede seguir sentado sobre sus archivos secretos tanto tiempo como le plazca. En realidad no necesitamos los archivos israelíes para examinar el verdadero significado asesino del Estado judío y del proyecto nacional judío. Sin embargo, el hecho de que Israel insista en ocultar su pasado significa que a esa comunidad tribal le queda todavía una pizca de vergüenza y conciencia. Eso es realmente una señal positiva.

¿En nombre de quién está atacando brutalmente Egipto al pueblo de Gaza?


Desde el lado egipcio del paso fronterizo de Rafah sigue llegado historias espeluznantes. Casi todas estas historias ponen de relieve el trato degradante dado a los gazatíes, a los que ya se ataca salvaje y concienzudamente con el bloqueo manifiestamente criminal impuesto por Israel al enclave costero en coordinación con varios actores regionales e internacionales, incluido el propio Egipto.
De hecho, según testimonios recogidos entre los gazatíes que han estado en el “infierno egipcio”, el trato que los egipcios dan a algunos gazatíes es mucho peor que el que les da Israel. Esto es más que vergonzoso, es criminal.
Hace unas semanas, una mujer gazatí murió mientras esperaba en la frontera egipcia. Es cierto que la muerte es un acto de Dios, pero también puede ser resultado de una negligencia criminal y de un trato degradante, especialmente si la persona muerta estaba enferma y necesitaba un tratamiento especial.
Un periodista de Gaza digno de confianza le contó a este escritor que a su hermano, que estaba en Egipto, lo dejaron sin comida durante cuatro días. Normalmente los egipcios no dan explicaciones de por qué se comportan así con el pueblo de Gaza.
Más concretamente, parece que las autoridades egipcias están tratando en general a todos los palestinos que visitan Egipto o viajan ahí como culpables hasta que no se demuestre lo contrario. Esta política insolente y brutal se lleva a cabo bajo el pretexto de la seguridad.
No discutimos el derecho de Egipto a proteger su seguridad. La seguridad de Egipto es nuestra seguridad y los palestinos son el último pueblo de la tierra que pensaría en minar la seguridad de un pueblo árabe-musulmán y mucho menos de Egipto.
Sin embargo, torturar a los palestinos, en ocasiones hasta la muerte, no sirve en modo alguno a la seguridad de Egipto. Al contrario, mina gravemente la confianza y buena voluntad de un pueblo vecino y hermano, sin las cuales ninguna precaución de seguridad puede ser efectiva.
Sabemos que el régimen egipcio desprecia profundamente a Hamás por la ideología islámica de éste. También sabemos que al régimen de El Cairo le preocupa que los éxitos de Hamás en Gaza tengan un impacto positivo en los Hermanos Musulmanes, el principal grupo de oposición egipcio.
Dicho esto, sigue sin haber justificación para incriminar y atacar brutalmente a los gazatíes ya que el único beneficiado de este estúpido e innecesario discurso es Israel, el enemigo tanto de Egipto como de los palestinos.
Más concretamente, lejos de tratar de justificar el trato degradante dado por Egipto a un pueblo absolutamente atormentado por la opresión israelí similar a los nazis, Egipto tiene el deber legal, moral y religioso de facilitar el movimiento de los gazatíes por su territorio.
Desde el momento en que Dios en su infinita sabiduría quiso que Gaza hiciera frontera con Egipto, quién cree Egipto que es para atacar bestialmente al pueblo de Gaza cada vez que necesita viajar a Egipto o transitar por este país para estudiar, recibir tratamiento médico o por negocios.
Entonces, ¿qué se supone que tiene que hacer este pueblo oprimido para satisfacer los morbosos caprichos del régimen egipcio? ¿Volar a otra galaxia? ¿Cometer un suicidio colectivo? ¿O convertirse en confidentes y espías baratos de Israel únicamente para sobrevivir?
Somos conscientes de que Egipto trabaja en estrecha coordinación de seguridad con Israel, la misma entidad que hace todo lo posible para minar la seguridad, economía y fortaleza egipcia. Esta coordinación es una realidad escandalosa, lo mismo que la coordinación de seguridad entre Israel y la Autoridad Palestina es una realidad escandalosa, incluso hasta proporciones obscenas.
Una coordinación de seguridad entre Egipto y la entidad racista significa una cosa, que Egipto considera a Israel un amigo y un aliado de confianza, mientras que considera a los gazatíes, y probablemente a los palestinos en general, enemigos o al menos potenciales enemigos. En última instancia, la coordinación de seguridad entre Egipto e Israel y cualquier otro entendimiento tácito que puedan tener ambos lados, no se dirige contra Costa de Marfil o Colombia, sino contra el pueblo palestino, especialmente contra el grupo islamista.
Este discurso envenenado sólo puede ser resultado de una ceguera moral por parte del régimen egipcio, que probablemente es el peor y más corrupto que ha tenido Egipto desde los grandes faraones.
Por lo que se refiere a Hamás, el régimen egipcio debería darse cuenta de que Hamás es un movimiento elegido democráticamente cuya legitimidad proviene no de sobornos y dádivas extranjeras para proteger intereses ajenos, sino del apoyo popular del que goza y que se manifestó en las urnas.
Lo quiera o no el régimen egipcio, Hamás es la opción de una inmensa cantidad de palestinos y los complots, ya vengan de Ramala, de El Cairo o de Washington, no lograrán marginar a Hamás.
Es más, no podrá haber una paz real y duradera en la Palestina ocupada sin Hamás y otros grupos similares que insisten y luchan por la restauración de los derechos de lso palestinos y por preservar la dignidad nacional palestina.
Probablemente sea nuestro destino como pueblo soportar y aguantar no sólo los crímenes del enemigo, sino también la traición, la estupidez y las conspiraciones de nuestros supuestos hermanos y amigos. No huiremos de nuestro destino.
Sin embargo, los traidores e hipócritas que han elegido ser esclavos baratos al servicio de los intereses de potencias extranjeras a cambio de unos pocos millones de dólares pagados por el imperio del mal de nuestra época deben saber que su lugar en la historia no será mejor que el de los peores traidores y colaboracionistas como Abi Rughal, Iban al Alqami y Abdullah al Saghir.
Por lo tanto, atacar brutalmente y torturar a palestinos inocentes en nombre de Israel no proporcionará gloria alguna a Egipto ni le granjeará al régimen egipcio el cariño de sus propias masas. La verdad es más bien lo contrario, generará desprecio y nada más que desprecio por el régimen.
Mubarak y su régimen desaparecerán tarde o temprano. Será recordado como el dirigente del mayor y más poderoso país árabe que ayudó a Israel a matar de hambre, atormentar, atacar y matar a sus hermanos musulmanes del otro lado de la frontera.
La historia no tendrá piedad con un tirano que no ha demostrado la menor misericordia ni siquiera con su propio pueblo y para qué hablar con los palestinos.
Pero la forma en que la historia trata a los tiranos y a los malvados dictadores, aunque sea importante y sirva de lección a las generaciones futuras, no es nada comparado con lo que les espera a estos sinvergüenzas el Día del Juicio.
En la sura Ibrahim (Abraham), el Altísimo nos muestra qué estará esperando a estos opresores:
“No creas que Dios no presta atención a los hechos de aquellos que hacen el mal. Pero les da un respiro hasta el día en que sus ojos miren fijamente en el horror.
¡Correrán con el cuello estirado, la cabeza alzada, sin volver la mirada hacia ellos y sus corazones [serán] un (enorme) vacío!
Así pues, advierte a la humanidad del Día en que les alcance la Ira: entonces quienes han hecho el mal dirán:
“¡Dios mío!, danos un respiro, aunque sea breve: responderemos a Tu llamada y seguiremos a tus apóstoles” “¡Cómo!¿ No solíais jurar antes de tiempo que no sufriríais deterioro?” Ibrahim, 42-45)
“Un día la tierra será cambiada por una tierra diferente y lo mismo los cielos, y se reunirá a los hombres ante Dios, el Único, el Irresistible,y ese día verás a los pecadores encadenados juntos con grilletes, con sus ropas impregnadas de brea líquida y sus rostros cubiertos de fuego” (Ibrahim, 48-51)

sábado, 21 de agosto de 2010

Árabes y los EE.UU: efímeras ilusiones


A partir del memorable discurso que el presidente Barack Hussein Obama pronunció en la Universidad del Cairo en junio de 2009, parecía que se abría una nueva relación entre los Estados Unidos y los pueblos árabes y musulmanes. En dicha ocasión, el carismático presidente se refirió a un “nuevo comienzo” en la relación, que implicaba respeto y disposición al diálogo. Obama afirmó que los EE.UU. “no estaban en guerra con el Islam”, pidió poner fin a la hostilidad mutua de los últimos años y reconoció “que la situación del pueblo palestino era intolerable” (1). Además, ordenó el cierre de la base de Guantánamo, nombró a un árabe-norteamericano (George Mitchell) como su enviado especial a Medio Oriente, dio su primera entrevista televisiva a una cadena árabe (Al-Arabiyya), y se unió a la iniciativa de Diálogo de Civilizaciones, patrocinada por el Primer Ministro turco Recep Tayyip Erdogan. Esta retórica de buena voluntad generó cierta confianza entre los pueblos árabes. Hacia mediados del 2009 el 51% de los entrevistados por el Brookings Institute en seis países árabes (Egipto, Arabia Saudita, Marruecos, Jordania, Líbano y Emiratos Árabes) expresaba optimismo respecto a la política exterior de Obama.

Ganar los corazones y mentes de estos parecía ir por buen camino después de que factores como las invasiones a Irak y Afganistán, la retórica islamófoba de los dirigentes del Partido Republicano y el incondicional apoyo norteamericano a Israel, habían indispuesto dramáticamente a árabes y musulmanes contra las políticas de los EE.UU.

Un año después del “nuevo comienzo” prometido por Obama, las esperanzas de los árabes sobre un cambio en la política de EE.UU. hacia la región se han desvanecido. La última encuesta, dada a conocer por el Brookings Institute a principios de agosto, muestra que ahora sólo el 16% de los consultados expresa optimismo ante las políticas norteamericanas, mientras que un 63% muestra desánimo (2). El mismo Obama no aparece siquiera entre los doce líderes políticos más admirados en la región, entre quienes sí figuran personajes como Recep Tayyip Erdogan (20%), el presidente venezolano Hugo Chávez (13%), el presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad (12%) y el Secretario General de Hezbollah, Hassan Nasrallah (9%).

Pero esto no es todo, la Administración Obama tampoco ha sido capaz de convencer a la opinión pública de estos países que la “principal amenaza” a la seguridad de la región es Irán y su programa nuclear. Ante la pregunta ¿cuáles dos países representan la mayor amenaza para usted?, el 88% considera que es Israel, 77% los EE.UU. y apenas un 10% ve a Irán como una amenaza. Además, una abrumadora mayoría en los seis países cree que la República Islámica tiene derecho a desarrollar un programa de energía nuclear y si hace un año sólo el 29% de los encuestados opinaba que la adquisición de armas nucleares por parte de Irán era “algo bueno para Medio Oriente”, en el 2010 quienes piensan así son el 57%.

¿A qué se debe este cambió dramático de opinión?. La “buena voluntad” de Obama simplemente no se ha sustentado en hechos concretos que convenzan a los pueblos árabes que los EE.UU. pueden ser un aliado confiable, ecuánime y comprometido con la justicia y la solución pacífica de los diversos conflictos de la región. Como lo revela la encuesta del 2010, el asunto que más decepción genera en cuanto a las políticas de los EE.UU., es el conflicto palestino-israelí: un 61% se siente decepcionado por la gestión de los EE.UU. en la consecución de una solución justa al conflicto. Pese a los ya incontables y cada vez más intrascendentes viajes del enviado especial del presidente, George Mitchell a la región, la Administración Obama no sólo no ha hecho ninguna contribución significativa para resucitar el proceso de paz, tampoco ha logrado impedir el avance de la colonización ilegal israelí en Cisjordania ni se ha diferenciado de los gobiernos republicanos, en su dependencia de grupos de presión pro-israelíes como el American Israel Public Affairs Committee, AIPAC, que se oponen a una paz justa con los palestinos.

Después del conflicto palestino-israelí el tema de Irak es el que genera más descontento (27%). Pese a que Obama ha prometido que las tropas norteamericanas dejarán Irak antes de diciembre de 2011 y que para finales de agosto de este año cesarán todas las operaciones de combate, para nadie es un secreto que la situación del país sigue siendo caótica y que la ocupación norteamericana ha dejado al país devastado, al punto de que las bajas civiles en Irak son aún más elevadas que en Afganistán, donde los EE.UU. libran una guerra (imposible de ganar) contra los talibanes.

Sin embargo, a pesar del desencanto con el gobierno de Obama, parece que los árabes siguen reconociendo el papel protagónico que tienen los EE.UU. en la consecución de la paz en la región. Cuando se pregunta “cuáles son las qué acciones que deberían llevar a cabo los EE.UU. en la región”, destacan la promoción de un acuerdo de paz entre palestinos e israelíes, el retiro de Irak, frenar la ayuda a Israel y el retiro de las tropas de Arabia Saudita, que es visto por algunos musulmanes como un sacrilegio.

Resulta también interesante la respuesta a la pregunta ¿en un mundo donde existe una única superpotencia, cuál país prefería que fuese dicha superpotencia?. El 36% señala a Francia, mientras que China, Alemania e Inglaterra reciben respectivamente el 15%, 12% y 9% respectivamente. Muy atrás se ubican los EE.UU. con apenas el 6%.

La encuesta constituye una importante llamada de atención para los tomadores de decisiones en Washington, aunque no hay indicios serios de que la Administración Obama pueda re-direccionar su política hacia Medio Oriente en consonancia con los deseos de la opinión pública en los países árabes. Esto simplemente no va a suceder, pues los poderosos intereses que sostienen el statu quo trascienden por mucho la seductora retórica y aparente buena voluntad de Obama.

Los niños y niñas de Gaza que baten récords


Verdaderamente los niños y niñas de Gaza rompen todos los récords. Sobrevivieron a la invasión israelí del invierno 2008-09 y cada día soportan con un estado de guerra durante el llamado alto el fuego. Se han arrastrado ensangrentados a través de los escombros de edificios bombardeados para cuidar a sus hermanos y ocuparse de sus consumidos padres, con frecuencia emergiendo de debajo de lo que quedaba de sus propias camas.


Más de la mitad de la población de Gaza son niños. Aunque ninguno de ellos votó a Hamás, son el objetivo designado de las operaciones militares de Israel y más generalmente del asedio impuesto a Gaza. Son niños y niñas fuertes, que se alzan contra multitud de enfermedades y obstáculos. Según un reciente informe de la Sociedad de Ayuda Médica Palestina, el 52% de los niños y niñas de Gaza están anémicos o tiene graves problemas de nutrición debido a la falta de fósforo, calcio y zinc en su alimentación. También es preocupante el índice de enfermedades respiratorias que padecen.

Los niños y niñas de Gaza padecen problemas psicológicos a consecuencia de sufrir los ataques y el asedio de Israel. Sus recuerdos de cuerpos descuartizados y de edificios ardiendo son traumas indelebles que hacen que estén ansiosos y deprimidos, sean insomnes o tengan incontinencia. Viven en espacios superpoblados en los que no hay zonas recreativas. En las mismas calles en las que juegan ahora recuerdan haber visto carne humana ardiendo o cuerpos descompuestos. Cada vez que se les da una hoja de papel en blanco evocan en sus dibujos misiles, destrucción y muerte.

Si el derecho a jugar es un lujo aquí, se les niega el derecho a una educación. Además de prohibir juguetes y medicinas, Israel también ha bloqueado la entrada de libros de texto escolares elementales. A diferencia de la mayoría de los niños israelíes, los niños de Gaza padecen hambre y pobreza. Los veo a diario empujando arados en los campos o hurgando en los cubos de basura en busca de material para reciclar. En el insoportable calor de este húmedo verano se sientan en lo alto de carros tirados por mulos abarrotados de ladrillos y bloques de piedra reciclados de los edificios bombardeados. O bien, se les puede encontrar en los cruces vendiendo chucherías, con una mirada como la de un hombre cansado, incapaces de soñar con patios verdes, campos de fútbol y camionetas que venden helados.

No están jugando al escondite cuando desaparecen bajo tierra en los túneles de Rafah; arriesgándose a morir enterrados vivos, son la fuerza de trabajo más viable económica y físicamente para hacer contrabando de artículos que de otra manera nunca estarían en las estanterías de las tiendas de Gaza.

Jasmine Whitbread, Directora General de Save the Children explicaba que “los niños y niñas de Gaza están hambrientos debido a las considerables dificultades que hay para que entre comida en la zona. Se están muriendo porque no pueden salir de Gaza y recibir la atención médica que necesitan tan urgentemente. Cientos de miles de niños y niñas están creciendo sin una educación adecuada porque los edificios escolares fueron gravemente dañados. Debido a las restricciones de acceso de material de construcción estos edificios ni siquiera se pueden reparar. Los niños y niñas están pagando el precio más alto del bloqueo”.

Además de revelar estos datos olvidados, vale la pena destacar el hecho de que los niños y niñas de Gaza acaban de batir en siete días dos récord Guinness. El jueves 22 de julio en el espacio ocupado por lo que queda del aeropuerto de Gaza, destruido por las Fuerza Aérea Israelí en 2001, la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) organizó un campamento de verano para más de 7.200 niños y niñas que estuvieron botando un balón de baloncesto simultáneamente durante cinco minutos. Unos días después, el 29 de julio, los niños y niñas de Gaza también registraron el récord de cometas volando a la vez.

En la playa de Beit Lahiya al norte de Gaza cerca de la frontera con Israel el cielo se adornó con miles de hexágonos multicolores, una vívida metáfora de la libertad que ansían los ciudadanos más jóvenes de Gaza. Más de siete mil niños y niñas volaron sus cometas, con lo que doblaron el récord oficial del año pasado.

Al final del día, John Ging, jefe de operaciones de la UNRWA en Gaza, afirmó que “batir dos rédords mundiales en sólo una semana es en sí mismo un hecho sorprendente. Es una demostración de lo que pueden hacer los niños y niñas de Gaza simplemente con que se les dé la oportunidad. Estos críos son exactamente como los demás del mundo, quieren vivir una vida normal, estar muy lejos de las adversidades con las que se ven obligados a enfrentarse día tras día”. Ging concluyó: “Este día de celebración es una expresión de una petición de libertad por parte de los niños y niñas”.

A diferencia de los balones de baloncesto utilizados en Rafah, la cometas voladas en Beit Lahiya no se habían producido industrialmente sino que estaban hechas a mano por los mismos niños y niñas que las lanzaron al cielo. Algunas estaban decoradas con colores brillantes, mientras que muchas de ellas lucían orgullosa los colores de la bandera palestina. Era como una grito de resistencia en forma visual, volando frente a las torres de vigilancia israelí situadas solamente a unos cientos de metros.

Después de que el vuelo de cometas quedara registrado como nuevo récord mundial Guinness apareció un barco de guerra israelí en el horizonte avanzando lentamente hacia la costa de Beit Lahiya. Fue un cruel recordatorio de que había terminado el recreo.

viernes, 20 de agosto de 2010

Hamas rechaza el reinicio del diálogo de paz directo con Israel


El movimiento islamista palestino Hamás, que controla la franja de Gaza, rechazó el reinicio de negociaciones directas de paz con Israel, que propuso Washington para el próximo 2 de septiembre y apoyó el Cuarteto para Oriente Medio (formado por la ONU, la UE y Rusia, además de EEUU).

"Rechazamos la propuesta norteamericana para reiniciar las negociaciones. Sus consecuencias no serán cumplidas por nuestro pueblo", dijo en un comunicado Sami Abu Zuhri, uno de los portavoces de Hamás en Gaza.

El llamamiento al reinicio de negociaciones es para Zuhri "un nuevo intento de engañar al pueblo palestino, porque no tiene ningún valor y nos llevará al punto cero sin lograr ningún resultado".

La propuesta estadounidense, resalta el movimiento islamista, "ha ignorado la exigencia palestina para que se suspenda la construcción en los asentamientos judíos", por lo que reiniciar las conversaciones de paz supondría "legitimar los asentamientos y aprobar su continuación".

Pero el representante oficial de los palestinos en las negociaciones de paz y quien debe aceptar o declinar la invitación de EEUU no es Hamás, sino la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), encabezada por el presidente palestino, Mahmud Abás. El Comité Ejecutivo de la OLP mantendrá una reunión para decidir la respuesta oficial.

Nueva oportunidad

Por su parte, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ya ha aceptado la propuesta estadounidense para celebrar la primera reunión con los palestinos dentro de dos semanas en Washington.

La secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, invitó a Netanyahu y Abás a reanudar el próximo 2 de septiembre el proceso negociador, que permanece estancado desde diciembre de 2008, tras la operación militar israelí contra Gaza -conocida como "Plomo Fundido"-, que se saldó con la muerte de 1.400 palestinos, en su mayoría civiles.

Horas más tarde el Cuarteto dio su respaldo a la propuesta y expresó su "determinación a apoyar a las partes a lo largo de la negociación, que puede finalizar en un año, y en la puesta en marcha de un acuerdo".

Además, reafirmó el compromiso manifestado en anteriores comunicados de que la meta de las negociaciones debe ser un compromiso "que ponga fin a la ocupación que empezó en 1967 y resulte en la proclamación de un Estado palestino independiente, democrático y viable que conviva en paz con Israel y sus otros vecinos".

¿Qué lecciones se pueden sacar de la lucha contra el apartheid para vencer al asedio a Gaza?


Apartheid israelí en Gaza?

El movimiento nacional palestino ha pasado por alto esta pregunta: ¿se parece la Franja de Gaza a los racistas bantustanes de la Sudáfrica del apartheid? ¿Durante la era del apartheid la población negra de Sudáfrica fue mantenida aislada y sin derechos políticos y sociales, ¿es Gaza similar? La respuesta es sí y no.

¿Qué es el apartheid? Tal como lo definió la Convención de la ONU de 1973, el apartheid es una política de segregación racial o étnica basada en un conjunto de prácticas discriminatorias que favorecen a un grupo específico para garantizar su supremacía sobre otro grupo. En Israel la discriminación racial institucionalizada se basa inequívocamente en garantizar la primacía de un grupo de colonos judíos sobre los árabes palestinos. Cuando se comparan las aplicaciones de la política de apartheid resulta difícil identificar diferencias entre el gobierno blanco en Sudáfrica y su homólogo israelí en Palestina en términos de segregación y de designación de ciertas zonas para judíos israelíes y otras para árabes, de delineación de ciertas leyes y privilegios para los judíos y del conjunto de leyes discriminatorias que sólo se aplican a los palestinos.

Actualmente tanto en Israel como en los territorios palestinos ocupados (TPO) hay dos sistemas de carreteras, dos sistemas de viviendas, dos sistemas educativos y sistemas legales y administrativos diferentes para judíos y no judíos. Cada ley aprobada durante el sistema de apartheid sudafricano tiene una ley correspondiente en Israel. Esto incluye la Ley de zonas de grupo, La Ley que prohíbe los matrimonios mixtos, la Ley sobre movimientos y permisos, la Ley de seguridad pública, la Ley de registro de la población, la Ley de inmoralidad, la Ley de la tierra y, por supuesto, la Ley de ciudadanía de los homelands bantúes. Las correspondientes leyes israelíes son la Ley del retorno, las leyes “temporales” de 2003 que prohíben los matrimonios mixtos, la Ley de registro de la población, la Ley de ciudadanía y entrada a Israel, la Ley de nacionalidad israelí y las leyes sobre la tierra y la propiedad.

Como en Sudáfrica, el tipo de apartheid de Israel se mezcla con colonialismo de colonos. Como en Estados Unidos y en Australia, el colonialismo de colonos en Israel y en Sudáfrica también ha supuesto la limpieza étnica o el genocidio del pueblo originario por influencia de la idea de la supremacía religiosa y/o racista.

Cuando se evalúa desde este punto de vista, el término apartheid se aplica claramente a las políticas israelíes en la Franja de Gaza. Los palestinos de Gaza están aislados del resto de la población de la Palestina histórica y no gozan de un mínimo de derechos políticos y de condiciones de vida básicas de las que disponen los residentes judíos porque han nacido de madres con la religión “equivocada”. En este contexto, habría que recordar que el 80% de la población de la Franja sufrió una limpieza étnica en 1948 y que se les prohíbe retornar a los pueblos y ciudades de los que fueron expulsados.

Los bantustanes fueron parte de la fórmula racista del régimen de apartheid para separar a la población blanca y preservar la “primacía blanca”. Aunque los bantustanes se denominaron “homelands independientes” no se concedió a sus habitantes derechos iguales o ni siquiera el poder de tomar decisiones políticas independientes (un precursor de lo que se planea para el llamado Estado palestino independiente dentro de las fronteras de junio de 1967). En Sudáfrica el debate era en torno a once Estados que podían vivir unos al lado de otros en paz. A pesar de todos los esfuerzos de Pretoria, los bantustanes no obtuvieron reconocimiento internacional, excepto por parte de Israel.

A Gaza se le priva incluso de esta fórmula racista. Parece que Israel ha aprendido una lección de Sudáfrica. No nombró a dirigentes locales para proporcionar un “limitado autogobierno” a Cisjordania y Gaza, sino que en coordinación con Estados Unidos y protegido por la comunidad internacional, Israel permitió que se celebraran elecciones “libres” para que el proceso de bantustanización pudiera adquirir “legitimidad” y la aprobación internacional con el consentimiento de la población originaria. Aunque fueron aclamadas internacionalmente, las elecciones que tuvieron lugar bajo la ocupación fueron una tragedia palestina. Israel consiguió persuadir a la población originaria de Palestina de promover la ilusión de una “independencia” potencial en partes del territorio que representaban el 22% de la Palestina histórica. Estas parcelas de terreno sin soberanía se venderían al mundo como un Estado palestino independiente.

Gaza bajo asedio

Al mismo tiempo, la respuesta a la pregunta de si el [término] “apartheid” se aplica a Gaza también es no. La Franja de Gaza ha pasado de ser un bantustán entre los años de los Acuerdo de Oslo (1993-2002) a ser un inmenso campo de concentración. Varios activistas sudafricanos en contra del apartheid, incluyendo al premio Nobel de la Paz el arzobispo Desmond Tutu, afirmaron durante su visita a los TPO que lo que habían visto era mucho peor que lo que los sudafricanos habían conocido durante el apartheid. La diferencia entre ambos regímenes análogos (Israel y la Sudáfrica del apartheid) es la diferencia entre inferioridad y deshumanización. Como ha explicado Saree Makdisi es la diferencia entre explotación y genocidio.

Nunca a lo largo de la historia del apartheid en Sudáfrica las fuerzas racistas utilizaron toda la fuerza de su ejército contra la población civil en las townships [distritos segregados]. En cambio, desde que estalló la segunda Intifada palestina en septiembre de 2000 y culminando con la invasión del invierno de 2008-2009, Gaza ha sido atacada con F-16, helicópteros ametralladoras Apache, barcos de guerra, tanques Merkava y bombas de fósforo que están prohibidas internacionalmente.

El asedio de Israel a Gaza se impuso después de que los palestinos eligieran a Hamás en unas elecciones sancionadas y observadas internacionalmente en 2006. El asedio se endureció después de que Hamás derrotara a las fuerzas leales a la facción de Fatah leal al presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas en junio de 2007. Desde entonces, la lista de productos que se prohíbe entrar en Gaza consta de más de 200 artículos incluyendo cemento, papel, medicación contra el cáncer e incluso ¡pasta y chocolate! Según la organización israelí Gisha: Legal Center for Freedom of Movement [Centro legal para la libertad de movimiento] Israel permitió el acceso de sólo 97 artículos en comparación con los 4.000 que se autorizaban antes del bloqueo. Aproximadamente el 80% de la población de la Franja de Gaza sobrevive gracias a la ayuda humanitaria. Han cerrado más del 90% de las fábricas de Gaza.

Cuando los 18 meses de asedio fueron incapaces de quebrar la voluntad de los palestinos de Gaza, Israel emprendió su mortífera invasión a finales de 2008. Según organizaciones de derechos humanos y el Informe Goldstone sancionado por la ONU, más de 1.400 palestinos, incluyendo más de 300 niños, murieron y miles de ellos resultaron heridos. Israel destruyó al menos 11.000 viviendas, 105 fábricas, 20 hospitales y clínicas, así como 159 colegios, universidades e institutos técnicos. Además, provocó el desplazamiento de 51.800 personas de las cuales 20.000 continúan sin hogar.

Comentando esta situación Karen Abu Zayd, ex Comisionada General de la Agencia de la ONU de Ayuda a los Refugiados Palestinos (United Nations Relief and Works Agency for Palestine Refugees in the Near East, UNWRA) afirmó: “Gaza está a las puertas de convertirse en el primer territorio que es sometido intencionadamente a un estado de destrucción abyecta con el conocimiento, aquiescencia y, se podría decir, el aliento de la comunidad internacional”.

Aprender de Sudáfrica

En este momento histórico después de la invasión de Gaza por parte de Israel en el invierno de 2008-2009 hay una necesidad urgente de reformar a la opinión pública mundial que apoya la causa palestina insistiendo en las múltiples similitudes entre el sionismo y el régimen de apartheid en Sudáfrica. Esto se puede lograr centrándose en el sufrimiento común de la población negra originaria y de los palestinos de hoy, no sólo en Cisjordania y Gaza, sino también en la diáspora palestina y dentro de Israel.

Es desafortunado que los dirigentes palestinos “oficiales” no hayan estudiado y sacado lecciones de la experiencia sudafricana. Al contrario, casi unánimemente aceptaron la creación de un tipo de sistema basado en bantustanes, sistema que había rechazado el movimiento contra el apartheid en Sudáfrica. Hay que preguntarse cuáles son las verdaderas razones de esta deliberada indiferencia por una experiencia muy rica. ¿Se deriva de la misma noción equivocada que la de los dirigentes de los bantustanes que reivindicaron el nacionalismo racial africano? ¿Implica chovinismo y falta de apertura a las experiencias de otros pueblos? ¿Realmente nuestra causa es tan excepcional desde un punto de vista histórico que excepcionalmente debemos aceptar soluciones racistas promovidas como soluciones “autónomas”?

Por desgracia, la lucha por la liberación se ha reducido a una lucha por los bantustanes. En otras palabras, la conciencia de la lucha palestina se ha dividido a consecuencia de la fetichización del concepto de Estado a expensas de la liberación (con lo que se invalida sin decirlo el derecho al retorno) y de la tediosa reiteración del “proyecto nacional palestino”. Esto está en contradicción con las aspiraciones de la vasta mayoría del pueblo palestino que son refugiados a quienes el derecho internacional reconoce el derecho al retorno.

La opción de una Palestina independiente se ha vuelto imposible por varias razones, incluyendo los esfuerzos de Israel por convertir las colonias en ciudades, por aumentar el número de colonos hasta más de medio millón, por construir el Muro del Apartheid en la ocupada Cisjordania, por expandir el Gran Jerusalén y limpiarlo de sus habitantes, y por convertir sistemáticamente Gaza en el mayor centro de detención sobre la faz de la tierra. Es obvio que el movimiento nacional palestino en su conjunto se ha infectado con el virus de Oslo. El virus de Oslo crea una falsa conciencia que transforma la lucha por la liberación, el retorno de los refugiados, los derechos humanos y la igualdad plena en una luchas por la “independencia” con una soberanía limitada: una bandera, un himno nacional y una pequeña porción de tierra en la que ejercer la soberanía municipal y establecer ministerios, todo ello con permiso del ocupante 3. Así pues, no es muy sorprendente que el ex primer ministro israelí Ariel Sharon y el actual primer ministro Benjamin Netanyahu y su ministro de Exteriores Avigdor Lieberman ya no se opongan al establecimiento de un Estado palestino.

El otro lado de los dirigentes palestinos propone frecuentemente treguas de 10 y 20 años argumentado que la tregua es un “alternativa” a la desaparición de la solución de dos Estados. Aunque no hay diferencias significativas en términos del principio de aceptar una pura solución nacionalistas para la causa palestina entre ambas partes, este desacuerdo menor ha ganado una mayor prominencia y se ha empleado para servir a la solución racista. La llamada “alternativa” de una tregua de 20 años apuesta por que la naturaleza pragmática de este llamamiento “persuadirá” a la comunidad internacional. De hecho, carece de una clara visión estratégica para resolver el conflicto de un modo que garantice el retorno de los refugiados. ¿Qué significa una tregua de 20 años? ¿No es un mensaje a los refugiados de que aguanten otros 20 años hasta que cambie el equilibrio de poder? ¿Qué ocurre si no cambia?

Por desgracia, la solución de los dos Estados se ha convertido en el discurso político preponderante en las dos últimas décadas. Algunos intelectuales tradicionalmente de izquierda, al haberse transformados en una derecha desde el punto de vista social y político o en una izquierda “neoliberal” defienden esta solución como la única posible dado el actual equilibrio de poder. También defienden un esquema transitorio, esto es, provisional. De vez en cuando amenazan con abrazar el acuerdo de un Estado, utilizándolo como un espantapájaros no sólo para asustar a Israel sino también contra nosotros, la población originaria. Estos intentos revelan un declive ideológico y una falta de fe en la capacidad del pueblo palestino y de los más amplios movimientos de solidaridad para hacer cambios revolucionarios como los que tuvieron lugar contra el régimen de apartheid.

En un relato corto titulado “The Music of the Violin” [La música del violín] del escritor sudafricano Njabulo Ndebele uno de los personajes comenta las “concesiones” hechas por el régimen de apartheid al pueblo originario: “Así es como se planeó, darnos un poco de cada cosa de manera que el precio de lo poco que tenemos sea olvidarnos de la libertad”. En el mismo relato un intelectual revolucionario negro afirma que “prefiere ser un perro hambriento que corre libre por las calles a un perro gordo y encadenado cargado con su propio peso y el de la cadena”. Estos dos ejemplos de Sudáfrica resumen las lecciones que deberíamos aprender de 2009. No había posibilidad de coexistencia con el apartheid de Sudáfrica y nosotros no debemos aceptar menos.

Declaración de Independencia del Estado de Palestina con Jerusalem como Capital


Argelia, 15 de Noviembre de 1988


En nombre de Dios Clemente y Misericordioso


Palestina, tierra de las tres religiones monoteístas, es el lugar en el cual nació el Pueblo Árabe Palestino, donde creció, se desarrolló y sobresalió. El Pueblo Palestino jamás fue separado de su tierra, ni fueron disminuidos sus lazos integrales con Palestina. Así por este el Pueblo Palestino aseguró para sí una unión eterna, su tierra y su historia.

Con determinación a través de la historia, el Pueblo Árabe Palestino forjó su identidad nacional, alcanzando niveles jamás imaginados en su defensa frente a la invasión y a los proyectos extranjeros, los cuales intervinieron para privar a este pueblo de su independencia política. Sin embargo la unión inmortal entre Palestina y su pueblo le aseguran a la tierra su carácter y al pueblo su particularidad nacional.

Nutrido por distintas series de civilizaciones y culturas inspirado por una herencia rica en variedad y tipo, el Pueblo Árabe Palestino sumó a su estatura consolidando la unidad entre sí y su tierra patrimonial. El llamado surgió desde el Templo, la Iglesia y la Mezquita manifestando adorar al Creador, practicando la compasión y la paz, era en verdad el mensaje de Palestina. Y durante generación tras generación el Pueblo Árabe Palestino se ha entregado inclaudicablemente a la valiente batalla por la liberación y por la Patria. ¿Pues, qué otro ha significado la cadena de nuestras rebeliones populares sino la corporalización heroica de nuestra voluntad de lograr la independencia nacional? De este modo el pueblo ha sostenido en su lucha por permanecer y prevalecer.

Durante el curso el curso de los tiempos modernos, cuando un nuevo orden fue declarado con normas y valores justos para todos, el Pueblo Árabe Palestino fue excluido de aquel destino perteneciente a todos los pueblos por una formación hostil de poderes extranjeros y locales. Una vez más se probó que la justicia sola y sin ayuda era insuficiente para guiar a la historia mundial por el sendero preferido.

Y fue el Pueblo Árabe Palestino, ya herido corporalmente, quien fuera sometido a otro tipo de ocupación sobre la cual flotaba el falso lema: “Palestina es una tierra sin pueblo”. Mientras esta noción era impuesta sobre algunos en distintas partes del mundo, en el articulo 22 del convenio de la Liga de las Naciones (1919) y el tratado de Lausana (1923), la comunidad de naciones reconocía que todos los territorios árabes incluyendo Palestina, anteriormente provincias Otomanas, debían recibir su libertad como naciones independientes.

A pesar de la injusticia histórica sufrida por el Pueblo Árabe Palestino resultando en su dispersión y en la privación de su derecho a la autodeterminación, luego de aprobada la resolución 181 (1947) de la Asamblea General de las Naciones Unidas –que partió a Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío- es esta misma resolución la que le provee al Pueblo Árabe Palestino las condiciones de legitimidad internacional asegurándole el derecho a la soberanía y a la independencia nacional.

A través de distintas etapas, se fue cumpliendo la ocupación de Palestina y porciones de otros territorios árabes por parte de las fuerzas israelíes. El objetivo de desposeer y expulsar a la mayoría de los habitantes civiles de Palestina de sus tierras ancestrales fue logrado a través de terrorismo organizado. Aquellos palestinos que lograron permanecer en su tierra sufrieron la opresión en su propia Patria, fueron perseguidos y obligados a presenciar la destrucción de su vida nacional.

Así fueron violados los principios de legitimidad internacional. Así fueron desfiguradas las resoluciones y la carta de las Naciones Unidas, pues ellas ya habían reconocido los derechos nacionales del Pueblo Árabe Palestino, incluyendo el derecho al retorno, el derecho a la independencia, el derecho de soberanía sobre territorio y patria.

Dentro y fuera de Palestina, en el exilio distante y cercano, el Pueblo Árabe Palestino jamás claudicó y nunca abandonó su convicción en su derecho al retorno y a la independencia. La ocupación, las masacres y la dispersión no lograron suprimir la conciencia palestina de identidad política, a la vez que los palestinos continuaron avanzando junto a su destino, indoblegables e imbatibles. De los largos años de creciente lucha surgió la identidad política de Palestina aún más consolidada y confirmada. Y la común voluntad nacional palestina formó para sí misma un cuerpo político, la Organización para la Liberación de Palestina-OLP, su única y legítima representante, reconocida por toda comunidad mundial, como así también por instituciones regionales e internacionales. Afirmada sobre la roca de la convicción del Pueblo Árabe Palestino en sus derechos inalienables y sobre el predio del consenso árabe y la legitimidad internacional, la Organización para la Liberación de Palestina-OLP, lideró las campañas de su gran pueblo, moldeando su esfuerzo hacia un propósito unido y poderoso, uno e indivisible en los triunfos como así también durante los cercos y las masacres sufridas dentro y fuera de la Patria. Y es así como la Resistencia Palestina fue calificada y llevada a la cumbre del conocimiento árabe mundial, mientras que la lucha del Pueblo Árabe Palestino alcanzaba una primordial importancia entre los distintos movimientos de liberación en el mundo.

Este masivo levantamiento nacional, la Intifada, que hoy intensifica su poder y enfoque acumulativo sobre los territorios palestinos ocupados, como así también la inquebrantable resistencia en los campos de refugiados en el exterior de la Patria, han amplificado el nivel de concientización sobre el derecho y la verdad palestina, llegando a dominios aún más elevados de compresión y actualidad. Hoy al fin cae la cortina sobre la época de privaciones y engaños. La Intifada ha sitiado la mentalidad del Israel oficial, que por mucho tiempo se ha apoyado exclusivamente sobre el mito y el terror para mellar la existencia palestina. Como resultado de la Intifada y a causa de su irreversible impulso revolucionario la historia de Palestina ha llegado a esta coyuntura decisiva.

Así es que el Pueblo Árabe Palestino reafirma definitivamente sus derechos inalienables en la tierra de su patrimonio:

-Hoy por virtud de los derechos naturales, y del ejercicio de esos derechos, derechos legales e históricos y del sacrificio de generaciones sucesivas que se brindaron en aras de la libertad y la independencia de su Patria.

-De acuerdo con las resoluciones adoptadas por la Conferencia de la Cumbre Árabe y apoyándonos en la autoridad otorgada por la legitimidad internacional incorporada a las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas desde 1947.

-Y en ejercicio del derecho del Pueblo Árabe Palestino a la autodeterminación, a la independencia política, a la independencia política y a la soberanía sobre su territorio.

-El Consejo Nacional Palestino en el nombre de Dios y en el nombre del Pueblo Árabe Palestino, proclama el establecimiento del Estado de Palestina sobre nuestro territorio Palestino con su capital en Jerusalem (Al Quds Ash Sharif).

El Estado de Palestina es el Estado de los palestinos donde quiera que ellos se encuentran. El Estado es suyo para ser disfrutado dentro de la identidad cultural y nacional colectiva, es suyo para que en él construyan la completa igualdad de derechos. En él serán salvaguardadas sus convicciones políticas y religiosas y su dignidad humana a través de un sistema de gobierno democrático parlamentario, basado en la libertad de formar partidos. Los derechos de las minorías serán respetadas por la mayoría como asimismo las minorías respetarán las decisiones de la mayoría. El gobierno se basará sobre los principios de justicia social, igualdad y la no-discriminación en derechos públicos –para hombres o mujeres- sobre fundamentos de raza, religión color o sexo, bajo la égida de una constitución que asegure el reino de la ley y un sistema judicial independiente. Así es que estos principios no permiten desvíos de la antigua herencia espiritual y civilizadora de tolerancia y coexistencia religiosa.

El Estado de Palestina es un estado árabe, una parte integral e indivisible de la nación árabe, una sola junto a esa nación en herencia y civilización, junto a ella también es una sola en su aspiración a la liberación, el progreso, la democracia y la unidad. El Estado de Palestina afirma su obligación de regirse por la carta de la Liga de los Estados Árabes. El Estado de Palestina hace un llamado a los compatriotas árabes para que ayuden a consolidar y acrecentar el surgimiento de nuestro Estado a la realidad, para que movilicen potenciales e intensifiquen esfuerzos con la meta de poner fin ala ocupación israelí.

El Estado de Palestina proclama su compromiso frente a los principios y propósitos de las Naciones Unidas, y a la declaración universal de los Derechos Humanos. Proclama además su compromiso con los principios y políticas del Movimiento de los No-Alineados.

Asimismo anuncia ser un Estado amante de la paz, adherido a los principios de la coexistencia de paz. Estrechará filas con todos los Estados y pueblos con el objetivo de asegurar una paz permanente basada en la justicia y el respeto hacia los derechos ajenos para que el potencial por el bienestar de la humanidad esté asegurado, para que se establezca y mantenga una búsqueda por lograr la excelencia, en la cual la fe en el futuro hará desaparecer el miedo en aquellos que son justos y para quienes la justicia es el único recurso.

En el contexto de su lucha por la paz en la tierra del amor y de la paz, el Estado de Palestina llama a las Naciones Unidas pidiendo se arrogue una responsabilidad especial hacia el Pueblo Árabe Palestino y su Patria. Hace un llamado a todos los pueblos y estados amantes de la paz y la libertad pidiendo se le asista en el logro de sus objetivos, proveerle seguridad, aliviar la tragedia de su pueblo, y ayudarle a poner fin a la ocupación de Israel sobre los territorios palestinos.

El Estado de Palestina declara que cree en la solución de los conflictos regionales e internacionales a través de medios pacíficos según la carta y las resoluciones de la Naciones Unidas. Sin que ello perjudique su derecho natural a defender su independencia política o su integridad territorial; por lo tanto rechaza las amenazas o utilización de la fuerza, la violencia y el terrorismo en contra de su independencia política o integridad territorial, como también se rechaza su utilización contra la integridad territorial de otros Estados.

Por lo tanto en este día, distintos a todos los demás, 15 de noviembre de 1988, mientras permanecemos de pie frente al umbral de un nuevo amanecer, humildemente inclinamos nuestros rostros en honor a los sagrados espíritus de nuestros caídos, palestinos y árabes, a la pureza de aquellos que se sacrificaron por la Patria iluminando nuestro cielo y dándole vida a nuestra tierra. Nuestros corazones están elevados e irradiados por la luz de la sagrada Intifada, de aquellos que han resistido y combatido en las luchas de los campamentos, en la diáspora, en el exilio, de aquellos que han alzado el estandarte de la liberación, de nuestra niñez, nuestra ancianidad, nuestra juventud, nuestros heridos, nuestros encarcelados y detenidos, de todos aquellos que confirmaron sus lazos con nuestra sagrada tierra en los campamentos, las aldeas y ciudades. Expresamos un especial tributo a nuestras valientes mujeres palestinas, ellas son las que guardan y sostienen la vida, ellas son quienes guardan la llama eterna de nuestro pueblo. Expresamos nuestro juramento a las almas de todos nuestros Mártires, a la totalidad de nuestro Pueblo Árabe Palestino, a todos los pueblos libres y honorables en todas las partes: Juramos que nuestra lucha continuará hasta terminar con la ocupación y hasta fortificar la fundamentación de nuestra soberanía e independencia.

Por lo tanto, llamamos a nuestro gran pueblo a reunirse alrededor de la Bandera de Palestina, a defenderla y cuidarla, para que aquí sea eternamente el símbolo de nuestra libertad y dignidad en esa Patria, que es la Patria de los libres, por ahora y por siempre.

“Di: Oh Dios, El Amo del Reino,
Tu das el Reino a quien quieras,
Tu quitas el Reino a quien quieres,
Tu exaltas quien quieres y
Tu humillas a quien quieres. En
Tu mano está lo que es bueno,
Tú eres el omnipotente por sobre todo” - El Corán Sura 3, Aleya 26

SADAGA ALLAHU AL AZIM

jueves, 19 de agosto de 2010

CISJORDANIA, RIBERA OCCIDENTAL O WEST BANK o JUDEA Y SAMARIA.


llamada así modernamente en las lenguas latinas por hallarse en el lado de aquí (la ribera occidental, o West Bank) del río Jordán, es una región de 5.640 km² y de 20 a 40 kilómetros de ancho delimitada al este por el Jordán y el Mar Muerto, y al oeste, norte y sur por el Estado de Israel, según la demarcación que se estableció en el Armisticio árabe-israelí de 1949 con la llamada Línea Verde.
Tras la disolución del Imperio otomano en 1922, la región pasó a formar parte del Mandato Británico de Palestina. Durante la guerra árabe-israelí de 1948, Jordania lo anexó y el Armisticio de 1949 definió sus límites provisionales mediante la Línea Verde. Desde 1948 hasta 1967 permaneció bajo Administración jordana. El territorio fue conquistado por Israel a Jordania en 1967, durante la Guerra de los Seis Días, y Jordania no dejó oficialmente de reclamarlo hasta 1988. Hoy día se encuentra parcialmente bajo administración militar israelí y parcialmente bajo la Autoridad Nacional Palestina.
En Israel se la sigue conociendo por el nombre tradicional de Judea y Samaria. Salvo Jerusalén Este, Cisjordania no ha sido formalmente anexada por Israel y, según el derecho internacional, no pertenece de iure a ningún Estado, a la espera de resolverse su estatus definitivo, junto con la Franja de Gaza, en futuras rondas de negociaciones entre israelíes y palestinos. Por ello, al no existir soberanía previa, Israel lo considera un «territorio disputado» y no un régimen de «ocupación», que suele ser la denominación más habitual entre los organismos internacionales.
El término Cisjordania es un neolatinismo que se arraigó durante el periodo en que el territorio estuvo ocupado por Jordania (1948-1967). Antes, la denominación tradicional era Judea y Samaria (la propia ONU lo usaba en el Plan de Partición de Palestina de 1947). La denominación Cisjordania se extendió a partir de 1950 como concepto geopolítico que permitía diferenciarlo de Transjordania («más allá del Jordán»), es decir, la actual Jordania. Transjordania cambió oficialmente el nombre del país en 1950 al anexionar en un solo Estado ambos lados del Jordán —Cisjordania y Transjordania—, algo que sin embargo no fue reconocido por la comunidad internacional.
En árabe la región se conoce por el nombre de Ribera Occidental (الضفة الغربية Aḍ-Ḍiffa al-Garbiyya) y lo mismo ocurre en el ámbito anglosajón (West Bank). En Israel se le sigue denominando por sus nombres tradicionales (יהודה ושומרון Yehuda y Shomron), es decir, Judea y Samaria.

Desde la disolución del Imperio otomano tras la Primera Guerra Mundial, los territorios conocidos actualmente como Cisjordania pasaron a formar parte del Mandato Británico de Palestina. De acuerdo con la decisión de las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947, que dictaminó la partición de Palestina en dos Estados independientes, uno judío y otro árabe. Cisjordania estaba destinada a formar parte de este último. Sin embargo, los países árabes rechazaron el plan de partición y declararon la guerra al Estado judío y, tras el armisticio de 1949 que puso fin a la contienda, la zona pasó a administración jordana de facto. En 1950, Jordania (hasta entonces llamada Transjordania) pretendió anexionarse de iure Cisjordania —anexión que no fue reconocida por casi ningún país del mundo—, situación que el reino hachemita mantuvo hasta la conquista de Israel en 1967, durante la Guerra de los Seis Días. Desde entonces, Israel administra Cisjordania bajo un régimen jurídico de ocupación militar, y desde la «renuncia» de Jordania a sus pretensiones soberanas sobre el territorio, en el año 1988, no rige sobre Cisjordania ninguna soberanía formalmente reconocida.
Pese a la ausencia de soberanía estatal, el 40% del área (que incluye a la mayoría de la población) está actualmente bajo la jurisdicción civil de la Autoridad Palestina, mientras que Israel mantiene el control sobre los asentamientos y ciudades israelíes, áreas rurales y regiones fronterizas (60% del área restante). La población de Cisjordania es mayoritariamente árabe (84%), con una significativa minoría de asentamientos israelíes.

Ciudades palestinas:
Ramala
Yenín
Tulkarén
Qalqiliya
Jericó
Belén
Hebrón
Nablús

Asentamientos israelíes:
Ciudades
Ariel
Beitar Illit
Maalé Adumim
Consejos locales
Alfei Menashe
Beit Aryeh
Beit El
Efrat
Elkana
Giv'at Ze'ev
Har Adar
Immanuel
Karnei Shomron
Kedumim
Kiryat Arba
Ma'ale Efrayim
Modi'in Illit
Oranit

Otras ciudades árabes importantes son: al sur, Belén y Hebrón; al este, Jericó; y al norte (Samaria), Ramalla, Naplusa (Nablús), Tul Kárem, Yenín y Kalkilia. Además, existen en Cisjordania más de 200 asentamientos israelíes, cuatro de ellos desmantelados a mediados de 2005 en virtud del plan de retirada unilateral israelí, así como 19 campos de refugiados palestinos.
La principal ciudad de Cisjordania es la parte oriental de Jerusalén, que constituye su centro geográfico, cultural, religioso, turístico, y principal mercado.
En el año 2001, la población era de 2,1 millones de habitantes, de los cuales 235.000 viven en Jerusalén oriental, 140.000 en la ciudad de Hebrón y 116.000 en Naplusa. En los 19 campos de refugiados de Cisjordania viven unas 150.000 personas. En los asentamientos israelíes viven unos 400.000 habitantes; la mitad de ellos, aproximadamente, reside en Jerusalén Este, conquistada por Israel en la Guerra de los Seis Días y anexada formalmente en 1981.

División admnistrativa

La Autoridad Nacional Palestina divide Cisjordania en 11 gobernaciones o provincias, de las 16 en que se dividen los Territorios Palestinos, al frente de las cuales esta un Gobernador civil.

domingo, 15 de agosto de 2010

Israel / Palestina: Paz o guerra santa


Capítulo 6 - Ratoneras humanas

Del millón trescientos mil palestinos que habitan en los 365 kilómetros cuadrados de Gaza -el lugar de mayor densidad demográfica del Medio Oriente-, más de dos tercios se apiñan en las ratoneras humanas que son los campos de refugiados, productos de la llamada "guerra de independencia" de Israel, en 1948, cuando unos ochocientos mil palestinos fueron desarraigados de sus aldeas y aventados al exilio. Sólo unos ciento cincuenta mil permanecieron en Palestina. Medio siglo después todavía existen campos de refugiados en Gaza, Cisjordania, y en Siria, Líbano y Jordania, donde viven aún varios millones de los siete en que se calcula la población palestina (un millón de ellos son ciudadanos israelíes).

A lo largo de mucho tiempo, Israel acusó a los países árabes de haber forzado aquel desarraigo, incitando a los palestinos a huir de sus aldeas, y, luego, de haberlos mantenido en aquellos guetos, sin integrarlos a sus respectivas sociedades por razones políticas, es decir, para poder acusar a Israel de vocación imperial y colonialista. Pero los llamados historiadores "revisionistas" israelíes, como Benny Morris e Ilan Pappe, han desbaratado esta tesis, mostrando que la expulsión de los árabes durante la guerra de 1948 fue planeada y ejecutada por los líderes sionistas del Israel que nacía como una operación de limpieza étnica masiva. Varios centenares de aldeas y comunidades árabes desaparecieron y sus vestigios están enterrados hoy bajo las florecientes y modernas ciudades de Israel. En el día que pasé con él, en Haifa, en cuya Universidad enseña, Ilan Pappe me mostró los lugares, hoy eficientes campos agrícolas o centros industriales, donde estuvieron algunos de esos pueblos palestinos que se eclipsaron en 1948 y existen ahora sólo como fantasmas en la memoria de los refugiados y en la terca voluntad de resucitarlos de algunos historiadores inconformistas.

Visité tres campos de refugiados, dos en Gaza, el enorme de Yabalia y el más pequeño de al-Shatti, y el de Amari, en Ramallah. En los tres tuve la sensación de estar recorriendo los llamados "pueblos jóvenes" de Lima, pero no los más desarrollados, sino los más pobres y atestados, aquellos donde, en los años ochenta, levantaban sus chozas de barro o sus viviendas de esteras, trapos y latas los campesinos que huían del hambre y el terrorismo de los Andes. Pese a la distancia y a las circunstancias diversas, el espectáculo era casi idéntico: hacinamiento, suciedad, altos de basura en las calles, ratas, falta de luz, de agua corriente, de desagües, proliferación de criaturas descalzas y, junto a algunas construcciones sólidas, multitud de viviendas a medio hacer, paralizadas de pronto sin que se completara el techo, una pared o un cuarto, que parecían mutiladas y desventradas. Aunque, tal vez, aquí, el apiñamiento tendía a ser mayor, como si para aprovechar más el espacio y hacer sitio a más gente, o para abrigarse y protegerse, las viviendas se hubieran ido estrechando e imbricando unas en otras, hasta conformar verdaderos dédalos urbanos. Y, al igual que allá, en el Perú, un fuerte sentido de la hospitalidad, el empeño de la gente para agasajar al forastero con algo, un pedazo de pan, una taza de té.

Produce cierto vértigo pensar que quienes viven en estas condiciones execrables, conforman ya tres o cuatro generaciones, es decir, que la gran mayoría de sus pobladores no conoce otra forma de vida que esta muerte lenta. Y que gran parte de ellos, no ha tenido ocasión siquiera de conocer los lugares de donde dicen ser oriundos. Porque nadie en los campos de refugiados, cuando se le pregunta dónde nació, responde: "En Yabalia", o "en al-Shatti" o "en Amari". Aún los más pequeñitos nombran la aldea o la ciudad donde nacieron sus padres o abuelos, conjuro mágico que de algún modo quisiera abolir psicológicamente la tragedia del desarraigo que padecieron sus familias y también expresar la ilusión de volver algún día al lar originario.

¿Por qué no encontré un solo perro vagabundo en Gaza? Me lo explicó una palestina cristiana, empleada de una agencia de ayuda humanitaria a los refugiados. Es dueña de cinco perritos y vive inquieta por lo que les pudiera pasar. La saliva del can se asocia en el Corán con lo impuro y lo ruin, y, según la leyenda, al Profeta no le gustaban. Por eso son escasos los musulmanes de Gaza que los crían. Y algunos fanáticos los matan.

Casi todos los refugiados con los que hablé, cuando les pregunté cuál era el problema más grave que enfrentaban, me respondieron: "La falta de trabajo". (Una de las excepciones fue una señora que, en un centro de ayuda para las mujeres víctimas de maltratos, me dijo, en al-Shatti: "La falta de libertad en la familia"). Gaza vivía, o malvivía, gracias a que sus habitantes cruzaban la frontera e iban a trabajar como agricultores, obreros, artesanos o domésticos a Israel. Cuando, a partir 1991, el Gobierno israelí, alegando razones de seguridad -muchos terroristas procedían de Gaza-, comenzó a restringir los permisos de trabajo, en la Franja cundió el paro y cayeron los niveles de vida en picado. Para suplir a esos trabajadores, Israel importa rumanos, filipinos, tailandeses y hasta sudamericanos. En las buenas épocas, más de cien mil árabes cruzaban cada día las barreras militares de la frontera. Hoy, apenas puñaditos privilegiados de cien a ciento cincuenta personas. Por eso, el paro en Gaza alcanza al 70% de la población y sus ciudades y campos de refugiados ofrecen ese espectáculo dramático, de abandono, ocio forzado y decrepitud.

Las cifras que ofrecen las organizaciones internacionales sobre el estado de la salud, enfermedades, mortalidad infantil, suicidios, en los campos son escalofriantes. El doctor Mahmud Sehwail, en su Centro para la Rehabilitación y Tratamiento de Víctimas de Torturas, me refirió una investigación que habían hecho él y los cuatro psiquiatras que lo acompañan no hacía mucho, entre niños palestinos con problemas psicológicos: casi dos tercios de ellos manifestaron deseos de morir. Sin la distribución de alimentos que lleva a cabo la UNRWA y los esfuerzos que ella hace, al igual que otras instituciones y ONG's, para impulsar talleres y artesanías y capacitar a los desempleados, la suerte de la desdichada población de la Franja de Gaza sería todavía muchísimo peor. Pero, por valiosos que sean, estos empeños son gotas de agua en un arenal. Por eso, no es extraño que se advierta un pesimismo tenaz y generalizado en los campos de refugiados cuando se interroga a hombres y mujeres sobre si tienen esperanzas de que, con la partida de los colonos y los soldados israelíes, las cosas mejoren para ellos. Miradas escépticas, expresiones indolentes, dubitativas, tristeza y cólera.

Sin embargo, este sentimiento de furor, en los campos, se vuelca tanto contra la Autoridad Nacional Palestina como contra el ocupante judío, y acaso más contra aquélla que contra éste. Las acusaciones son siempre las mismas: unos corruptos, no cumplieron nada de lo que prometieron, se robaron el dinero de las donaciones y ayudas en vez de hacer algo por el pueblo. Cuando yo insistía: "¿El Presidente Arafat, también?", vacilaban, cambiaban de tema, matizaban: "Él, no, sus colaboradores, todos los demás". Y la gran mayoría contrastaba esta conducta con la gente de Hamás, "que vive como nosotros, que no roba, que abre escuelas, hospitales, que cumple lo que dice". La simpatía por esta organización extremista islámica parecía obedecer sobre todo, mucho más que a razones religiosas -conforme a lo que me dijeron muchos dirigentes palestinos de oposición-, a la ayuda social que se canaliza a través de ella.

En todos los hogares a los que entré había jóvenes o viejos que habían estado en cárceles israelíes o tenían hijos, hermanos o padres o parientes que lo estaban todavía. A eso se debe que el hebreo esté tan extendido en Gaza y Cisjordania. Y todos habían padecido en algún momento incursiones violentas de patrullas militares o policiales de Israel, o habían visto demoler casas, y todos los niños movían la cabeza afirmativamente, con orgullo o picardía, mostrando el puño, cuando les preguntaba si alguna vez habían lanzado piedras a los colonos o a los soldados. La frustración y el odio eran por momentos una atmósfera tan cargada que costaba trabajo respirar.

Pero, tal vez, más que la cólera contra el ocupante, y que la desesperación por la falta de trabajo, lo que más socava la moral de la humanidad desvalida que puebla los campos de refugiados sea la claustrofobia, la sensación de vivir en campos de concentración, donde todas las puertas están guardadas por guardianes severos que, con cualquier pretexto, se ponen muy violentos. Conseguir un permiso para cruzar a Israel es laborioso, difícil, a menudo imposible. Pero también lo era para circular dentro de la misma Franja de Gaza, que el ocupante había cuadriculado de barreras militares y rejas. De manera que cada cual estaba confinado en su pequeña parcela, como los animales en sus jaulas del zoológico.

Cuando le pregunto al doctor Haidar Abd al-Shafi, en una terraza que mira al mar de Gaza, si cree que alguna vez se cerrará el abismo emocional que separa hoy a judíos y árabes en Palestina, me asegura que es perfectamente posible. Y recuerda su niñez en Hebrón, cuando el mejor amigo de su padre era el rabino, que visitaba siempre a su familia. Tiene más de noventa años y está derecho como un árbol y muy lúcido. Es respetado por todas las tendencias y considerado el padre del nacionalismo palestino. Con un olfato extraordinario, fue uno de los escasos palestinos que, yendo contra la corriente, apoyó la partición de Palestina en dos estados independientes que decretó la ONU en 1947 y urgió a sus compatriotas a acatarla. Si lo hubieran escuchado, no sólo se hubiera ahorrado toda la sangre que desde entonces ha corrido: el Estado Palestino sería una realidad consumada y de fronteras mucho más anchas de las que ahora aspira a tener.

Fue opositor y crítico severo de Arafat -"No confío en los líderes carismáticos"- y dice que la paz será inmediata si Israel acepta volver a los límites de 1967. "Esto nos dejaría apenas con la cuarta parte de Palestina. ¿Qué menos podemos aceptar?". Él, un demócrata convencido, ¿no teme la creciente popularidad de Hamás entre los refugiados? "Hay que constituir un Consejo, en que todas las tendencias estén representadas, sin excepción. Si las organizaciones extremistas asumen responsabilidades políticas y empiezan a trabajar de manera institucional, se irán democratizando. La ideología irá siendo reemplazada por el realismo y el sentido práctico, algo que trae siempre consigo el ejercicio de la democracia".

Curiosamente, una opinión muy parecida -que Hamás podría, poco a poco, moderarse, renunciar al terrorismo y operar en democracia- se la he oído a uno de los grandes expertos en seguridad de Israel, Efraim Halevy, que asesoró a Sharon en esta materia. "Pienso que Hamás va a competir de igual a igual con al-Fatah de Abu Mazen en las elecciones para el Parlamento palestino. Puede, entonces, convertirse, de gran problema, en una vía de solución de todos los problemas. Es una organización representativa, en la que el pueblo confía. Si evoluciona en el sentido que creo, podría enfrentarse a al Qaeda y salvar al Islam del abismo al que Osama ben Laden lo está empujando. Desde hace algún tiempo, aunque usted no lo crea, la gente de Hamás busca abrir un diálogo con dirigentes israelíes de alto nivel".

El doctor Haidar Abd al-Shafi no cree que el "derecho al retorno" de los refugiados palestinos de la diáspora -unos dos millones- sea un problema insoluble para sellar la paz con Israel. "Lo importante es que los israelíes acepten el principio: que quienes fueron arrojados de sus tierras tienen derecho a volver a ellas. Si lo aceptan, nos sentaremos a negociar la mejor manera de ponerlo en práctica: compensaciones económicas, intercambio de territorios, en fin, hay muchas fórmulas".

También el dirigente de la OLP, Yasser Abed Rabbo, cree que, si hay un poco de buena voluntad en ambas partes, todo el contencioso palestino-israelí puede ser objeto de "un compromiso". Como lo ha sido ese Acuerdo de Ginebra que él y Yossi Beilin firmaron en 2003. Me recibe en su oficina de Ramallah, acompañado de su mujer, la novelista y documentalista Liana Badr, que conoce la literatura "realista-mágica" de América Latina como la palma de su mano. "Usted no sabe lo que es tener al Women's Lib en casa", se queja él y su mujer recibe aquello con franco alborozo, como un piropo. (Le aseguro que lo sé muy bien). Sin más preámbulos le digo que en los tres campos de refugiados que he visitado he oído hablar pestes a todo el mundo de la Autoridad Palestina, a la que acusan de corrompida hasta los tuétanos. Reconoce que hay mucho de cierto en esas acusaciones, pero también exageración, una manera de volcar la frustración y la impotencia acumuladas. Me asegura que ahora se están haciendo esfuerzos denodados para acabar con los tráficos y los favoritismos.

Es un hombre menudo, de hablar suave y educado, que lleva un cuarto de siglo militando en la OLP. Ha estado preso, y no sólo en Israel, "sino también donde mis hermanos árabes" y, varias veces, a punto de morir. Él participó en las negociaciones de Camp David de 2000 que convocó el presidente Clinton y en las de Taba. ¿Por qué rechazó Arafat una propuesta tan amplia como la que recibió de Israel en aquella ocasión? "No fue el 98% de los territorios ocupados lo que ofrecían devolver. Sólo el 94%. Y, respecto a Jerusalén, proponían una complicada fórmula: dividir el control de la ciudad en cinco sistemas, con soberanía propia en algunos y soberanía compartida en otros. Pero, en última instancia, lo que frustró la negociación es que no estuvo nada preparada. Todo se discutía por primera vez, no hubo ese trabajo previo, que va estableciendo pautas, acuerdos, de modo que en la negociación final sólo se remachen los detalles. Clinton exigió ese encuentro y quizo forzar el acuerdo, pero todo era caótico y precipitado. Por eso fracasó. En Taba, en cambio, fue distinto. Allí sí hubo un trabajo serio y un principio de acuerdos importantes. Pero ya era tarde: era seguro que Ehud Barak perdería las elecciones, que tendrían lugar a los pocos días. Por eso Shlomo Ben Ami dijo que en esas condiciones era imposible para la delegación que presidía firmar un acuerdo que, de antemano, Sharon anunciaba que no respetaría". Pero se avanzó bastante y hubo un diálogo fluido entre palestinos e israelíes. "Nos reuníamos en el cuarto de hotel de Shlomo Ben Ami al que le llamábamos 'El Burdel', porque era todo de terciopelo rojo, y con espejos por doquier".

Yasser Abed Rabbo cree que nada está perdido, que el Acuerdo de Ginebra ha sido una manera de resucitar aquel espíritu de entendimiento que reinó en Taba y que puede volver a reinar. "Perfecto", ordena Liana Badr. "Ahora, dejemos un rato de lado el feminismo y la política. Y hablemos de literatura".

GAZA " Lo que Israel no quería que viéramos ", / JON SISTIAGA. repor...

sábado, 14 de agosto de 2010

Israel devolverá 90 por ciento de Cisjordania


El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ofrecerá en las negociaciones directas un acuerdo provisional que contempla la retirada del 90 por ciento de los territorios ocupados en Cisjordania, adelantó hoy el diario Al Hayat.

Sin embargo, esa oferta excluirá a Jerusalén oriental, considerada por los palestinos capital de su futuro Estado, según el periódico.

La Liga Arabe dio el visto bueno para el inicio de las conversaciones directas, pero dijo que es el presidente palestino quien debe elegir el momento y apuntó que cualquier ronda de negociaciones futura debe ser la final. El jefe de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, condicionó esas pláticas a la detención de la construcción de colonias israelíes en los territorios ocupados y al cuplimiento de un calendario serio, toda vez que Israel podría minimizar su importancia y desnaturalizar su contenido.

Para Abbas, esos encuentros cara a cara deben estar dirigidos a la solución del estatus final para poner fin al conflicto y rechazó acuerdos provisionales.

Por su parte, Tel Aviv rechaza estar sujeto a condiciones previas para sentarse a negociar.

Según Al Hayat, Netanyahu dijo a diplomáticos occidentales que la situación actual no propicia alcanzar un acuerdo de paz final y que presentaría a la ANP un pacto provisional sin obligación alguna de terminar con reclamaciones futuras sobre el resto de la Margen Occidental o Jerusalén.

El Cairo está de acuerdo en acoger las negociaciones israelo-palestinas directas, si asiste el presidente estadounidense, Barack Obama

viernes, 13 de agosto de 2010

Israel / Palestina: Paz o guerra santa


Capítulo 5 - Los creyentes

Los creyentes absolutos siempre me han puesto nervioso, sin dejar de despertarme cierta envidia. Por eso no me siento muy cómodo en la casita de Ezequiel y Odeya y sus tres lindos niños que revolotean en torno, pese a que los dueños de casa no pueden ser más hospitalarios: han preparado refrescos y galletitas y se prestan de buena gana a contestar mis preguntas, incluso las más impertinentes.

Estamos en una de las pulcras viviendas del asentamiento israelí de Mizpeh Jerico, en el West Bank, que consta de 300 familias (unas 1.500 personas), militantes del movimiento colono y religiosos a ultranza. No deben ser confundidos con los haredim, los inusitados pobladores de Mea Shearim, en Jerusalén, o del barrio de B'nei B'rak, en Tel Aviv, que visten con los gorros de piel y los abrigos que llevaban sus ancestros en los guetos polacos y rusos, que hablan en yiddish y, muchos de ellos, desconocen al Estado israelí porque, a su juicio, su existencia demora la llegada del Mesías. Los haredim constituyen una reducida minoría y, en cambio, el movimiento colono de Gush Emunim (El Bloque de los Fieles) y afines, que cuenta con decenas, acaso cientos de miles, defiende el nacionalismo, el mesianismo y la ortodoxia en sus expresiones más extremas. Cuando Amos Oz los llama "peligrosísimos" para el futuro democrático de Israel dice una verdad como una casa.

Y, sin embargo, al joven, afable y delicado Ezequiel Lifschitz, de 27 años, hijo de padre israelí y de madre norteamericana, mientras no hable de política ni de religión, nadie lo tomaría por un fanático. Es risueño, simpático, y atiende a sus hijos y les tolera las travesuras con infinita paciencia ("Tenemos ya tres y tendremos todos los que nos mande el Señor"). Constantemente vienen a sus labios las palabras "bondad" y "amor". Pero en sus ojos claros, casi líquidos, hay esa mirada de los que se saben poseedores de la verdad y nunca dudan. Es ingeniero informático y, como muchos colonos de Mizpeh Jerico, trabaja en Jerusalén, a media hora de allí.

"Los creyentes miramos las cosas de manera diferente", me dice. "Dios ha fijado a cada nación una meta. La Torah dijo que los judíos volveríamos a Israel y aquí estamos. La meta para los judíos es reconstruir el país que perdimos. De ese modo Israel contribuirá a que haya un mundo mejor que el actual. Esta tierra nos la dio Dios e Israel no podría cumplir su misión si no la reocupáramos toda, sin el menor recorte, incluyendo a Judea, Samaria y Gaza. Puede que no ocurra de inmediato, pero tarde o temprano ocurrirá. Tenemos todo el tiempo por delante. Rezo mucho para que se cumpla la profecía cuanto antes".

Ezequiel y Odeya acaban de regresar de Gaza, donde, como varios miles de colonos, fueron a solidarizarse con sus compañeros de los 21 asentamientos que Sharon ordenó evacuar. Los padres de Odeya, una muchacha delgada y tímida que parece como sumergida en esos vestidos bolsudos que ocultan las formas de las mujeres ortodoxas, estuvieron 24 años en Gush Katif, un asentamiento que construyeron con sus manos desde que era sólo un desierto pedregoso y ardiente, lleno de serpientes y alimañas. Ha sido para ellos, dice Odeya, un doloroso desgarramiento. Y no es la primera vez que les sucede. Hace 24 años, el propio Sharon, entonces ministro de Defensa del gobierno de Menachem Begin, los sacó del asentamiento de Yammit, en el Sinaí, porque estaba en los territorios que Israel devolvió a Egipto. Mi hija Morgana y su novio estuvieron en Gaza con los padres de Odeya, cuando éstos, entre llantos y plegarias, esperaban todavía que Dios compareciera para poner fin a esa injusticia nunca vista: "Los judíos quitándoles la tierra a los judíos". Pero Dios no compareció y abandonaron el lugar sin ofrecer resistencia a los soldados. Ahora están en un hotel, inciertos ante su futuro. Odeya y sus once hermanos sólo han conocido, desde su nacimiento, la vida en los asentamientos.

"Para nosotros, que somos buenos creyentes, que amamos a nuestra Nación y a nuestro Ejército, lo ocurrido en Gaza nos hace mucho daño", añade Ezequiel. "Yo, antes, cuando veía un soldado israelí tenía deseos de besarle el uniforme. Ahora, ya no. Pero las cosas cambiarán. Nuestra obligación es hacer comprender a esos hermanos que están equivocados. En Gush Katif, en Gaza, la comunidad donde estaban los padres de Odeya era admirable. Se rendía culto a Dios todo el tiempo. Nunca se cerró una puerta de casa ni un automóvil. No había robos ni delitos, todo era religión, cultura y felicidad para los niños. Esa agricultura modernísima la crearon los colonos. Los árabes trabajaban felices para ellos. Antes, se morían de hambre. Y, por eso, nos agradecían haber ido allí. Sacar a los judíos de Gaza no va a resolver ningún problema, más bien los multiplicará".

Curiosamente, Ezequiel y los demás colonos rara vez utilizan como argumento para defender la legitimidad que dicen tener sobre las tierras que ocupan el que, en la mayoría de los casos, ellos las hayan trabajado con diligencia y heroísmo, en condiciones muy difíciles, llevando agua a desiertos estériles e introduciendo técnicas gracias a los cuales aquellos páramos donde se establecieron las colonias se han convertido en comunidades modernas y prósperas. No. El argumento que viene naturalmente a sus bocas es el divino: esta tierra es nuestra porque Dios nos la dio. Una razón sólo válida para creyentes.

"No queremos matar a nadie", afirma Ezequiel. "Yo, personalmente, a los árabes les daría dinero y les diría: 'Hasta luego'. Ellos nos están enseñando que hay que saber morir por la tierra que uno considera sagrada. La idea de que haya dos estados aquí en Israel va contra la Torah y es tan sacrílega como encender fuego en shabbat. Nuestra política debe ser inflexible: los árabes que acepten que ésta es tierra judía, que nunca será suya, pueden quedarse a trabajar aquí, para nosotros. Los que no lo acepten, deben irse. Y los que se rebelen y quieran pelear, deben saber que los mataremos. Sólo si Israel cumple lo que dice la Torah será una nación útil al resto del mundo".

Ezequiel y sus tres hijos andan descalzos por la casa. Para los religiosos ultra-ortodoxos no sólo mostrar los cabellos y las formas del cuerpo es obsceno en una mujer; también lucir los tobillos y el empeine, y, por eso, las señoras suelen llevar los pies embutidos en dos pares de gruesas medias. Que Odeya, la frágil dueña de casa, calce sandalias es un síntoma de liberalidad.

Lo que es seguro es que a la esposa de Nafiz Azzam, a diferencia de la de Ezequiel, nunca la conoceré. Porque para los islamistas mesiánicos la mujer es un objeto que no debe ser expuesta a la contemplación pública. Los dos hombres no pueden ser más distintos ni ser más irreconciliables enemigos; y, sin embargo, entre el joven colono israelí y el extremista musulmán, dirigente de la Jihad Islámica, que me recibe en un tenebroso edificio de la ciudad de Gaza, en un cuarto lleno de carteles negros proclamando "Alá es el más grande" y citando versos coránicos, hay un denominador común: ambos son creyentes absolutos e intransigentes, de mirada fría, y tienen, para todos los problemas, respuestas simples y categóricas.

La Jihad Islámica alcanza apenas entre un 6 o 7 por ciento de seguidores en Palestina, muy por debajo del otro movimiento islamista y terrorista, Hamás, a quien se le calcula entre 28 y 30%, pero es todavía más radical que éste y menos dispuesto a hacer la menor concesión al realismo político. Nafiz Azzam, de sólo 47 años, parece bastante mayor. Viste con modestia y tiene una expresión dura que se suaviza cada vez que su hijito menor, que lo acompaña durante toda nuestra conversación, se le sube en las rodillas y juega con su barba y sus cabellos. Entonces, esa terrible mirada suya se dulcifica.

Nació en Rafah, en 1958, y estudió medicina en Egipto, con el fundador del movimiento, Fathi al-Shukaki. En 1981 fue capturado y deportado a Gaza. Luego, pasó 8 años en una cárcel israelí, donde le destrozaron una mano. Pero no le quebraron el espíritu, pues organizó huelgas y movilizó a sus compañeros. En 1994 se casó y es padre de seis hijos, cinco varones y una niña. "No tenemos nada contra los judíos", me asegura. "En el Corán Dios anima a los musulmanes a ser generosos con quienes no son creyentes. ¿Pero, qué vinieron a hacer los judíos aquí, en nuestra tierra? Los israelíes han importado un millón de rusos y les han dado nuestras casas y nuestras aldeas. Todo el mundo sabe que ni la mitad de ellos son judíos. Y nosotros, los palestinos, encerrados dentro de alambradas y teniendo que pedirles permiso para salir aunque sea unas horas de estas prisiones. ¿Qué pueblo toleraría eso?".

Habla muy rápido, mirando el vacío, como quien recita, y mi traductor tiene dificultad para seguirlo. "El retiro de los ocupantes de Gaza es bueno", añade, "pero sólo un punto de partida. No han salido por propia voluntad, sino obligados por la lucha y el sacrificio de los palestinos. Por el momento, el problema número uno que tenemos no es ése, sino que haya paz y colaboración entre nosotros, los palestinos. Las disputas internas son un regalo al enemigo. Sólo unidos derrotaremos a Israel". Cuando le digo que la imagen de la Jihad Islámica en el mundo es muy negativa por los atentados terroristas de los suicidas que su movimiento practica, se impacienta: "Las acciones de nuestros mártires son una respuesta a las matanzas que Israel comete contra nuestros niños, ancianos y mujeres. Nosotros les hemos propuesto cesar nuestras acciones, si ellos hacen lo mismo. Pero, ni siquiera han respondido".

Cuando le digo que he hablado, tanto en Gaza, como en Ramallah y Hebrón con palestinos según los cuales la solución del problema palestino-israelí sería un Estado laico, binacional, donde judíos y musulmanes coexistieran y se mezclaran, me mira, compasivo, como se mira a los débiles mentales. "Ése es un sueño imposible", comenta, con una risita sarcástica. "Palestina será una república islámica, donde los creyentes de otras religiones, cristianos y judíos, serán tolerados, a condición de que acepten vivir bajo los preceptos del Corán". Y se apresura a precisar que esta República tendrá excelentes relaciones con Europa, que comprende a los palestinos, a diferencia de Estados Unidos, que ha prestado siempre un apoyo incondicional a Israel. Pese a ello, la Jihad Islámica, "ha condenado los atentados de al-Qaeda en New York y Washington, así como los de Madrid y Londres".

¿Desarmará la Jihad Islámica a sus combatientes, obedeciendo el llamado que ha hecho el Presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, con motivo de la evacuación de Gaza? "Nosotros no nos desarmaremos nunca". Pese al secreto espanto que me produce el personaje, no puedo dejar de sentir cierta lástima cuando me despido de él, pues tengo la certeza absoluta de que más pronto que tarde será una de las víctimas de los asesinatos selectivos con que Sharon se ha propuesto rendir a los extremistas islamistas.

Que estos últimos no tienen la menor intención de renunciar a las armas lo compruebo de manera muy vívida pocos días después, cuando me toca asistir, en un descampado en las orillas de la ciudad de Gaza, a una demostración de destreza militar de los Comités de la Resistencia Popular, una organización de combatientes que reúne a militantes de la Jihad Islámica, de Hamás y de al-Fatah para acciones concretas contra Israel. Todo el espectáculo consiste en una exaltada apoteosis de la guerra y el terror, y, también, de irresponsabilidad total por parte de los organizadores. Mientras los combatientes, estimulados por canciones guerreras derramadas por ensordecedores parlantes sobre la multitud y alabanzas frenéticas a Alá y citas coránicas, descargan sus fusiles, pistolas, lanzagranadas y misiles sobre blancos de cartón que llevan pintadas banderas israelíes, centenares de chiquillos, algunos que apenas han aprendido a tenerse de pie, corretean felices entre los disparos. Un solo individuo, armado de un látigo, trata de apartarlos, lo que, por cierto, encanta a las criaturas y añade excitación a su riesgosa aventura. No me explico cómo no resultan muchos de ellos heridos o muertos en ese exhibicionismo grotesco e insensato. Y, por eso, no me extraña nada leer en la prensa, unos días después de haber salido de Israel, que, en una ceremonia parecida a la que yo vi, organizada por Hamás en las calles del campo de refugiados de Yabalia, haya estallado un camión con explosivos matando a todos los militantes que lo ocupaban y a buen número de niños que correteaban a su alrededor. Como si no fuera bastante con los bombardeos que Israel descarga a veces sobre las ciudades palestinas para penalizar a la población civil por las acciones terroristas de los fanáticos islamistas, éstos, a su vez, añaden su granito de arena al salvajismo de que son víctimas los hombres y mujeres más humildes, trufando los barrios de escondites repletos de armas y explosivos y con demostraciones bélicas en las que, al menor descuido, pueden sobrevenir tragedias como la de Yabalia.

En el espectáculo al que asistí, los combatientes de los Comités de la Resistencia Popular hacían volar un tanque (de cartón piedra) con obuses, dinamitaban una casa, secuestraban a un individuo al que arrebataban de su automóvil después de ejecutar a su chófer y sus guardaespaldas, tomaban una colina con una ofensiva de granadas, y, número cumbre, unos hombres alados se descolgaban del techo de un edificio de varias plantas, disparando sus metralletas a la vez que descendían sobre el vacío prendidos de unas cuerdas. Viendo rebotar esas balas en la tierra, a pocos pasos de donde nos apretábamos los espectadores, recordé un ensayo de Edward Said, donde -con cuánta razón- lamentaba la afición de sus compatriotas por esas mojigangas bélicas -las máscaras, los disparos al aire, las pistolas, las exhibiciones de machismo vociferante- que sólo sirven para desacreditar su justa causa. Para que todo esto resultara aún más absurdo había, a poca distancia de nosotros, sobre nuestras cabezas, un dirigible israelí registrando y filmando sin duda el espectáculo.

En medio de ese ruido infernal, cambié unas palabras con un periodista de la televisión palestina que miraba todo aquello con el mismo disgusto que yo. "Éstos", me dijo, señalando a los enmascarados con fusiles, "serán nuestro peor problema cuando alcancemos por fin la libertad. ¿Cómo puede funcionar una sociedad democrática con facciones armadas de gente que no sabe hacer otra cosa que la guerra? ¿Y cuántos movimientos y grupos armados cree usted que hay en la actualidad solamente en Gaza? ¡Decenas!". Tenía toda la razón del mundo, claro está. Entre los palestinos moderados y urbanos con los que dialogué -como Haidar Abd al Shafi, Mustafa Barghouthi, Hanan Ashrawi, Yasser Abed Rabbo y otros- y estos personajes había la distancia astronómica que separa a Ezequiel Lifschitz de una Amira Hass o un Gideon Levy.

Mientras presenciaba todo aquello, advertí de pronto que, entre aquellos mil o dos mil creyentes absolutos que me rodeaban pegando tiros, no había una sola mujer. Con la excepción de mi hija, que, saltando entre la balacera, tomaba fotos. Alarmado, se lo señalé a su novio: "Stefan, fíjate, Morgana es aquí la única mujer". "Y yo el único judío", me consoló él.