domingo, 6 de noviembre de 2011

QUE ES LA NAKBA O ÉXODO ÁRABE?


En mayo de 1948, se inicia la operación “limpieza étnica” más cruel conocida en tiempos modernos. Este hecho, mas conocido como Al Nakba (en árabe significa catástrofe, calamidad o desastre), comienza cuando el 78 % de la población palestina en los territorios donde Israel implantó su estado en 1948, fueron violentamente expulsados de sus hogares. Hoy, y según cifras de la ONU, éstos constituyen los más de 5 millones de refugiados que aún siguen impedidos de retornar a sus propias tierras.

Este hecho, no fue un acto aislado, resultado de una guerra, como algunos tratan de presentar. Todo lo contrario, esto corresponde a un objetivo estratégico del estado de Israel. La limpieza étnica se inició hace 63 años, sin embargo, ésta continua con acciones sistemáticas y bien planificadas tendientes a vaciar toda Palestina de sus habitantes históricos, para ser reemplazados por ciudadanos extranjeros de fe judía provenientes de todos los rincones del mundo.

A parte de prohibir por todos los medios, que un palestino retorne a su hogar de donde fue expulsado, centenares de métodos y procedimientos son utilizados para continuar con la expulsión y la limpieza étnica, (la derecha israelí llama “transferencia”) del remanente de la población en Palestina histórica. ¡Hay que generar espacio para los nuevos colonos!.

También se debe mencionar el “aporte” palestino a esta Nakba. Lamentablemente, nosotros los palestinos hemos participado en forma directa o indirecta en la profundización de esta tragedia. A modo de ejemplo, la Autoridad Nacional Palestina ANP, creada al amparo de Oslo el año 1994, que supuestamente, llevaría la paz a la región con el establecimiento de un estado palestino el año 1998, cayó en los laberintos y maniobras israelíes, cuyos resultados son ampliamente conocidos.

La ANP lleva 18 años “negociando”, pero Israel continúa con su política expansionista. Mientras se negociaba, Israel construyó un muro DENTRO de las tierras palestinas cuyo verdadero objetivo es usurpar las mejores tierras y fuentes hídricas de Cisjordania.

Mientras se negociaba la paz, Israel llevó a cabo uno de sus planes más siniestros: La división física y el fraccionamiento de los palestinos. La mitad (5 millones) se encuentra en la diáspora, un millón y medio, el remanente de palestinos que no ha sido expulsado de sus tierras en 1948, vive el peor apartheid dentro de Israel, otro millón y medio vive en Gaza, aislada y sometida a un férreo bloqueo y donde lo pacientes mueren debido a la prohibición del ingreso de medicamentos. El resto en Cisjordania absolutamente dividida en cantones o bantustanes rodeados por muros, cercos, colonias ilegales y puestos militares de control y finalmente, Jerusalén totalmente aislada del resto de Cisjordania y su población sometida a la cesantía que llega al 40 %, a la desnutrición infantil que alcanza el 62% y a la confiscación de las casas y barrios para construir más asentamientos y barios para los judíos extranjeros, recién llegados. Todas son políticas tendientes a obligar a los palestinos a dejar sus tierras en búsqueda de mejores expectativas de vida.

Hagamos un poco de historia. Tras la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña anuncia su voluntad de terminar el mandato que había recibido de la Sociedad de Naciones sobre Palestina, traspasando la cuestión a la recién creada ONU. Su Asamblea General aprueba el 29 de noviembre la Resolución 181/1947 por la que se establece el Plan de Partición de Palestina. Este plan propone la creación de dos Estados: uno árabe y otro judío. En el territorio reservado al Estado árabe vivían 750.000 árabes y 10.000 judíos; en cambio, en el del Estado judío vivían 498.000 judíos –la mayoría llegados de otros países– y cerca de 500.000 árabes autóctonos. Además, la ciudad de Jerusalén –100.000 judíos y 105.000 árabes– se constituía como un corpus separatum bajo administración de Naciones Unidas por diez años, tras los cuales se celebraría un referéndum sobre su régimen.

El Plan fue justamente rechazado por los árabes, quienes no aceptaron tal disparidad entre la población y el territorio de cada parte. Si a ello se suma la falta de voluntad de Gran Bretaña para asumir sus compromisos, la intensificación de la violencia y de los asentamientos de colonos judíos –dirigidos desde el inicio por una clara política anexionista– no ha de extrañar que el Plan naciera muerto. En este contexto, el 14 de mayo de 1948 Israel proclama unilateralmente su independencia, al día siguiente el ejército británico se retira de la zona y tres ejércitos árabes entran a defender el territorio asignado a los palestinos, sin acceder al territorio asignado a Israel en la Resolución 181.

Son los hechos acaecidos entre el 15 y el 28 de mayo, cuando Naciones Unidas ordena el alto el fuego, los que dan lugar a la Nakba. En pocos días Israel ya había consolidado la ocupación del 77% de los territorios palestinos bajo mandato británico, incluyendo el sector oeste de Jerusalén (el resto –Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este– fue ocupado en 1967 y plagado de asentamientos contrarios al Derecho internacional).

Esta inicial adquisición de territorios rebasaba con creces los límites previstos para el Estado judío en el Plan de Partición. Además, durante esos días fueron borrados del mapa unos 500 pueblos árabes, más de 13.000 palestinos fueron asesinados y otros 750.000 deportados y expulsados de sus hogares. Hoy éstos y sus descendientes alcanzan la creciente cifra de 5 millones de refugiados. Los datos confirman la verdadera magnitud de la catástrofe, ocultada durante años por la historiografía oficial israelí e ignorada en no pocas propuestas de paz. Hay argumentos para calificar lo ocurrido en Palestina como una auténtica limpieza étnica, perpetrada de forma planificada y sistemática, con el objetivo de eliminar y expulsar por razones étnicas a un grupo de un territorio. Éstos son los rasgos que definen la limpieza étnica, incluida por el Derecho internacional en la categoría de crimen contra la humanidad.

¿Qué se recuerda con la Nakba? El sufrimiento de un pueblo, sí, pero también la persistencia de una toma de conciencia colectiva: la del pueblo palestino y su lucha por el derecho a decidir libremente, al retorno de los refugiados que así lo deseen y a la creación de su propio Estado soberano, independiente y democrático.

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