jueves, 8 de diciembre de 2011

PALESTINA SIEMPRE LIBRE Y CON LIDERAZGO.

El liderazgo palestino logró en 2011 atraer la atención del mundo hacia su larga espera por la autodeterminación, al pedir en septiembre al Consejo de Seguridad el ingreso en Naciones Unidas como Estado miembro de pleno derecho.

Era su pacífica, pero incómoda, respuesta a veinte años de conversaciones de paz intermitentes e infructuosas, además de incontables visitas oficiales llenas de discursos vacíos y promesas incumplidas.

El desencadenante fue la falta de alternativas ante la parálisis del último intento negociador, en septiembre de 2010, que apenas sobrevivió tres semanas hasta que los palestinos se retiraron por la negativa del Gobierno de Benjamín Netanyahu a prolongar una moratoria en la ampliación de los asentamientos judíos que había mantenido durante diez meses.

Con su Intento de convertirse en el Estado número 194 del organismo multilateral, los palestinos aspiraban a recabar la mirada del mundo, superar la desigualdad intrínseca en todo diálogo entre ocupante y ocupado, y "preservar" la solución de dos estados antes de que se vuelva una quimera.
Israel se opuso con firmeza por considerarlo una aventura "unilateral" que alejaba las posibilidades reales de paz y vulneraba la letra y el espíritu de los Acuerdos de Oslo, que estipulan que las diferencias entre las partes deben resolverse en el plano bilateral.

La principal victoria fue conseguir que un conflicto enquistado y que genera bostezos en buena parte del mundo monopolizase la agenda informativa de la reunión anual de la Asamblea General de la ONU.

Aunque en Gaza y Cisjordania no se entendían muy bien las consecuencias o debates técnicos de la petición, la mayoría sentía que su causa recababa de repente millones de miradas y que la "primavera árabe" llegaba a Palestina.

Los mismos dirigentes de Al-Fatah, percibidos meses antes por parte de la calle palestina como esbirros de Estados Unidos e Israel y únicamente preocupados por mantener sus coches oficiales y pases VIP en los puestos militares de control, parecían en septiembre héroes dispuestos a enfrentarse a la Casa Blanca e importunar a una dividida Europa con tal de alcanzar su objetivo.

La constatación de que Palestina necesita un único Gobierno para su reconocimiento como Estado dio un empujón al proceso de reconciliación palestina y fraguó una reunión a finales de noviembre entre Abás y el máximo dirigente de Hamás, Jaled Meshal.

La votación en el Consejo de Seguridad nunca llegó a producirse, una vez que quedó claro que apenas obtendrían ocho apoyos: Rusia, China, India, Brasil, Sudáfrica, Nigeria, el Líbano y Gabón.

El resto, Estados Unidos, Alemania, Colombia, Francia, Gran Bretaña, Bosnia-Herzegovina y Portugal, decidieron abstenerse u oponerse.

Los palestinos habrían necesitado un "sí" más, no ya para aprobar la propuesta (pues la Casa Blanca ya había advertido de que la enterraría con su veto), sino para obligar al menos a Washington a frenarla y mostrarse una vez más ante el mundo árabe como el incansable aliado del Estado judío.

El premio de consolación llegó en noviembre, cuando Palestina fue admitida como Estado en la Unesco, lo que provocó que EEUU congelase su aportación económica a la agencia.

Israel no quiere saber nada de un proceso de paz que le obligaría a hacer concesiones. Un proceso que llevaría a que el Estado palestino pase por fin de la fase de las palabras a la fase de las realidades.

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