domingo, 12 de septiembre de 2010

Israelíes y palestinos se definen ante la cumbre de mañana como pesimistas con un punto optimista


Los encargados de la pax americana se han puesto un objetivo muy ambicioso, quizás una misión imposible: lograr la paz definitiva, la "paz ahora", en el plazo de un año. Que las dos partes se ofrezcan mutuamente el mínimo que exige su interlocutor.

vecinos y (aún) enemigos de los dos lados de la frontera? ¿Puede el primer ministro israelí, el derechista Beniamin Netanyahu, lograr un acuerdo? Su mujer, Sara, conocida por su influencia sobre él, abrió ayer una brecha de esperanza al decir: "Ya veréis, si a Bibi le dejan, hará historia".

Pero, por otro lado, ¿puede el presidente palestino Mahmud Abas, seguramente el último refugiado que encabeza el movimiento nacional palestino, aceptar lo que Yasir Arafat rechazó?

En Ramala y en Jerusalén muchos se definen como opsimistas, o sea pesimistas, con una pizca de optimismo.

"El rais Abas y su familia son antiguos refugiados de la actual ciudad galilea de Safed, en Israel, y la posibilidad de que uno de los que tuvieron que abandonar su patria en 1948 renuncie formalmente al derecho de retorno a su nación es nula", afirmó a este diario Maruan al Tamne, destacado comentarista palestino. Hablamos en la frontera entre Jerusalén y Ramala. La radio palestina informa de que uno de los principales asesores de Abas, Mohamed Dahlan –Hamas le forzó a exiliarse de Gaza hace tres años– advierte que el líder israelí nunca pagará el precio de la paz: "El halcón Netanyahu se cubre de plumas de paloma, pero a mí no me engaña", comenta Dahlan.

Al entrar en la parte israelí, en las grandes ciudades y carreteras del país, nos reciben carteles publicitarios gigantescos con las fotos enormes de los principales negociadores palestinos sonriendo al público judío: "Nosotros queremos ser tu amigo. ¿Y tú?", preguntan. Es una campaña del llamado plan de Ginebra, una iniciativa de paz, pactada oficiosamente en el 2003 entre la paloma israelí Yosi Beilin y un grupo de dirigentes palestinos, tales como Saeb Erekat y Yaser Abd Rabu. La mayoría de los carteles continúan intactos, pero en el de Abd Rabo alguien expresó su opinión pintándole un bigote al estilo de Hitler.

En el plan de Ginebra el problema de los refugiados fue resuelto con un compromiso según el cual un número simbólico de afectados podrá volver a Israel y la gran mayoría o será indemnizada o retornará al futuro Estado palestino.

Frente a los carteles en Israel, tienen lugar grandes debates en las calles y en los cafés, sobre las posibilidades de un futuro acuerdo. Muchos reaccionan con escepticismo: "No tenemos interlocutor palestino posible. Arafat podía, pero no quería, y por eso rechazó la oferta de Ehud Barak en el 2000, cuando este le entregó casi todo el territorio a cambio de paz; Abas es obvio que no puede convencer a su pueblo y que no controla la zona islámica rebelde de Gaza". Lo afirma el economista Adar Eyal.

En Gaza, precisamente, fuentes palestinas anunciaron ayer la muerte de un hombre de 90 años, su nieto de 17 y otro joven de 20, por culpa de los tiros de un carro israelí.

Frente a esta violencia, Cisjordania vive, gracias al mandato de Abas, su época más tranquila desde 1967, según comenta el abogado David Oren. "Los enmascarados han desaparecido, hay ley y orden, la economía florece, y cuando algún radical ataca a israelíes, la policía de laANPlo persigue inmediatamente", afirma. Y añade: "Yo, que soy oficial en la reserva, os digo que incluso los altos oficiales del ejército reconocen que un acuerdo con Abas es posible . Durante la guerra de Gaza, la opinión publica de los países árabes ardía de odio contra Israel, y el lugar más tranquilo eran las calles de Cisjordania".

Maruan cree que algo le ocurre al primer ministro israelí: en Washington por primera vez usó el término presidente para dirigirse a Abas y la palabra Cisjordania en vez de Judea y Samaria, los términos usados por la derecha israelí y por los 300.000 colonos, que reaccionan con estupor a lo que consideran un mal signo.

La gran pregunta, antes de las negociaciones, es si se puede poner fin al conflicto más duradero del mundo. Los optimistas de Jerusalén y de Ramala no están seguros. Aun así, están de acuerdo en que, teniendo en cuenta la alternativa, hay que intentarlo.

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