domingo, 22 de agosto de 2010

¿En nombre de quién está atacando brutalmente Egipto al pueblo de Gaza?


Desde el lado egipcio del paso fronterizo de Rafah sigue llegado historias espeluznantes. Casi todas estas historias ponen de relieve el trato degradante dado a los gazatíes, a los que ya se ataca salvaje y concienzudamente con el bloqueo manifiestamente criminal impuesto por Israel al enclave costero en coordinación con varios actores regionales e internacionales, incluido el propio Egipto.
De hecho, según testimonios recogidos entre los gazatíes que han estado en el “infierno egipcio”, el trato que los egipcios dan a algunos gazatíes es mucho peor que el que les da Israel. Esto es más que vergonzoso, es criminal.
Hace unas semanas, una mujer gazatí murió mientras esperaba en la frontera egipcia. Es cierto que la muerte es un acto de Dios, pero también puede ser resultado de una negligencia criminal y de un trato degradante, especialmente si la persona muerta estaba enferma y necesitaba un tratamiento especial.
Un periodista de Gaza digno de confianza le contó a este escritor que a su hermano, que estaba en Egipto, lo dejaron sin comida durante cuatro días. Normalmente los egipcios no dan explicaciones de por qué se comportan así con el pueblo de Gaza.
Más concretamente, parece que las autoridades egipcias están tratando en general a todos los palestinos que visitan Egipto o viajan ahí como culpables hasta que no se demuestre lo contrario. Esta política insolente y brutal se lleva a cabo bajo el pretexto de la seguridad.
No discutimos el derecho de Egipto a proteger su seguridad. La seguridad de Egipto es nuestra seguridad y los palestinos son el último pueblo de la tierra que pensaría en minar la seguridad de un pueblo árabe-musulmán y mucho menos de Egipto.
Sin embargo, torturar a los palestinos, en ocasiones hasta la muerte, no sirve en modo alguno a la seguridad de Egipto. Al contrario, mina gravemente la confianza y buena voluntad de un pueblo vecino y hermano, sin las cuales ninguna precaución de seguridad puede ser efectiva.
Sabemos que el régimen egipcio desprecia profundamente a Hamás por la ideología islámica de éste. También sabemos que al régimen de El Cairo le preocupa que los éxitos de Hamás en Gaza tengan un impacto positivo en los Hermanos Musulmanes, el principal grupo de oposición egipcio.
Dicho esto, sigue sin haber justificación para incriminar y atacar brutalmente a los gazatíes ya que el único beneficiado de este estúpido e innecesario discurso es Israel, el enemigo tanto de Egipto como de los palestinos.
Más concretamente, lejos de tratar de justificar el trato degradante dado por Egipto a un pueblo absolutamente atormentado por la opresión israelí similar a los nazis, Egipto tiene el deber legal, moral y religioso de facilitar el movimiento de los gazatíes por su territorio.
Desde el momento en que Dios en su infinita sabiduría quiso que Gaza hiciera frontera con Egipto, quién cree Egipto que es para atacar bestialmente al pueblo de Gaza cada vez que necesita viajar a Egipto o transitar por este país para estudiar, recibir tratamiento médico o por negocios.
Entonces, ¿qué se supone que tiene que hacer este pueblo oprimido para satisfacer los morbosos caprichos del régimen egipcio? ¿Volar a otra galaxia? ¿Cometer un suicidio colectivo? ¿O convertirse en confidentes y espías baratos de Israel únicamente para sobrevivir?
Somos conscientes de que Egipto trabaja en estrecha coordinación de seguridad con Israel, la misma entidad que hace todo lo posible para minar la seguridad, economía y fortaleza egipcia. Esta coordinación es una realidad escandalosa, lo mismo que la coordinación de seguridad entre Israel y la Autoridad Palestina es una realidad escandalosa, incluso hasta proporciones obscenas.
Una coordinación de seguridad entre Egipto y la entidad racista significa una cosa, que Egipto considera a Israel un amigo y un aliado de confianza, mientras que considera a los gazatíes, y probablemente a los palestinos en general, enemigos o al menos potenciales enemigos. En última instancia, la coordinación de seguridad entre Egipto e Israel y cualquier otro entendimiento tácito que puedan tener ambos lados, no se dirige contra Costa de Marfil o Colombia, sino contra el pueblo palestino, especialmente contra el grupo islamista.
Este discurso envenenado sólo puede ser resultado de una ceguera moral por parte del régimen egipcio, que probablemente es el peor y más corrupto que ha tenido Egipto desde los grandes faraones.
Por lo que se refiere a Hamás, el régimen egipcio debería darse cuenta de que Hamás es un movimiento elegido democráticamente cuya legitimidad proviene no de sobornos y dádivas extranjeras para proteger intereses ajenos, sino del apoyo popular del que goza y que se manifestó en las urnas.
Lo quiera o no el régimen egipcio, Hamás es la opción de una inmensa cantidad de palestinos y los complots, ya vengan de Ramala, de El Cairo o de Washington, no lograrán marginar a Hamás.
Es más, no podrá haber una paz real y duradera en la Palestina ocupada sin Hamás y otros grupos similares que insisten y luchan por la restauración de los derechos de lso palestinos y por preservar la dignidad nacional palestina.
Probablemente sea nuestro destino como pueblo soportar y aguantar no sólo los crímenes del enemigo, sino también la traición, la estupidez y las conspiraciones de nuestros supuestos hermanos y amigos. No huiremos de nuestro destino.
Sin embargo, los traidores e hipócritas que han elegido ser esclavos baratos al servicio de los intereses de potencias extranjeras a cambio de unos pocos millones de dólares pagados por el imperio del mal de nuestra época deben saber que su lugar en la historia no será mejor que el de los peores traidores y colaboracionistas como Abi Rughal, Iban al Alqami y Abdullah al Saghir.
Por lo tanto, atacar brutalmente y torturar a palestinos inocentes en nombre de Israel no proporcionará gloria alguna a Egipto ni le granjeará al régimen egipcio el cariño de sus propias masas. La verdad es más bien lo contrario, generará desprecio y nada más que desprecio por el régimen.
Mubarak y su régimen desaparecerán tarde o temprano. Será recordado como el dirigente del mayor y más poderoso país árabe que ayudó a Israel a matar de hambre, atormentar, atacar y matar a sus hermanos musulmanes del otro lado de la frontera.
La historia no tendrá piedad con un tirano que no ha demostrado la menor misericordia ni siquiera con su propio pueblo y para qué hablar con los palestinos.
Pero la forma en que la historia trata a los tiranos y a los malvados dictadores, aunque sea importante y sirva de lección a las generaciones futuras, no es nada comparado con lo que les espera a estos sinvergüenzas el Día del Juicio.
En la sura Ibrahim (Abraham), el Altísimo nos muestra qué estará esperando a estos opresores:
“No creas que Dios no presta atención a los hechos de aquellos que hacen el mal. Pero les da un respiro hasta el día en que sus ojos miren fijamente en el horror.
¡Correrán con el cuello estirado, la cabeza alzada, sin volver la mirada hacia ellos y sus corazones [serán] un (enorme) vacío!
Así pues, advierte a la humanidad del Día en que les alcance la Ira: entonces quienes han hecho el mal dirán:
“¡Dios mío!, danos un respiro, aunque sea breve: responderemos a Tu llamada y seguiremos a tus apóstoles” “¡Cómo!¿ No solíais jurar antes de tiempo que no sufriríais deterioro?” Ibrahim, 42-45)
“Un día la tierra será cambiada por una tierra diferente y lo mismo los cielos, y se reunirá a los hombres ante Dios, el Único, el Irresistible,y ese día verás a los pecadores encadenados juntos con grilletes, con sus ropas impregnadas de brea líquida y sus rostros cubiertos de fuego” (Ibrahim, 48-51)

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